Medio siglo atrás me debatía en Guayaquil entre acoplarme al mundo costeño o mantener mis tintes serranos: misión ardua y necesaria.

Recuerdo que un sacerdote jesuita que había leído algún escrito mío me dijo: intenta escribir para EL UNIVERSO, tu palabra puede ser muy útil para sus lectores. Como a todo consejo, un tiempo para que decante y luego manos a la obra. Lo intenté. Fui acogido cordialmente, sin poses ni acuerdos: eran tiempos propicios para el pensamiento, eran años en los que un mundo de valores personales empataban con los anhelos empresariales y también con la preferencia de sus lectores. Cinco décadas de mi vida estuvieron ligadas, directa o indirectamente, al oficio de comunicador social. Lo hice con gusto porque nació una cierta empatía entre lectores, directores y este colaborador.

En una breve síntesis de estos cincuenta años es justo afirmar que en las páginas de EL UNIVERSO reposan comentarios oportunos sobre hechos significados del país, de la educación nacional y una larga serie dedicada a los pilares del buen vivir. La insistencia sobre los valores humanos fue un tema recurrente, cada vez con nuevos aportes y nuevos elementos.

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EL UNIVERSO ‘de siempre’ tuvo predilección especial para el conocimiento del país, quizá por aquello de que ‘nadie ama lo que no conoce’. No lo he cuantificado, pero, grosso modo, puedo afirmar que al menos una tercera parte de mis entregas al Diario tuvieron que ver con el conocimiento del país, de manera especial a través de la narración de mis viajes por las regiones y provincias patrias. Hubo lectores que conocieron Ecuador repitiendo los viajes que yo les narraba con lujo de detalles.

También debo mencionar y agradecer a la Dirección de EL UNIVERSO el haberme permitido dar a conocer al Ecuador aspectos desconocidos de los cantones morlacos y, de preferencia, de mi pueblo natal Sígsig. Si alguna vez alguien llegare a escribir la historia de la carretera Sígsig-Gualaquiza, conexión entre Azuay y Morona Santiago, no podrá prescindir del material publicado en este Diario. Al César lo que es del César.

Nada más. Albricias por el primer centenario de Diario EL UNIVERSO. Cien años es una etapa muy significativa en toda actividad dedicada al pensamiento, a los juicios de valor sobre seres humanos y a los anhelos de superación, individuales y colectivos. Cien años es, ciertamente, un momento histórico para alegrarse con razón y, de manera especial, para ratificar el compromiso de servir a la comunidad a través de la palabra, joya muy preciada y, al mismo tiempo, en extremo frágil y perecible. (O)

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David Samaniego Torres, doctor, Guayaquil