No se entiende por qué, desde hace lustros, ningún alcalde o Concejo Metropolitano de Quito ha podido romper con el monopolio de las cooperativas, que manejan cerca de 3.000 buses urbanos, sin que haya podido ser autorizada, en medio de tanta demanda insatisfecha, la circulación de unidades de transporte que crucen transversalmente la ciudad. Hay clara violación a la norma constitucional, al no tener el mismo nivel de oportunidades aquellas unidades más pequeñas que suplan la necesidad de tanta persona con movilidad reducida, de estudiantes, personas de la tercera edad, turistas y población en general. No basta con el Metro, y la integración de las unidades de buses con las microestaciones de la Marín, Río Coca y la Ofelia. Se necesita que suban, por las calles de barrios desatendidos, con dirección al este y oeste de la ciudad. ¿Hasta cuándo hay que esperar por unidades que crucen el túnel Guayasamín y se evite enferme tanta gente que camina inhalando el mortal dióxido de carbono?
El pasado 27 de agosto, otro bus, de la concesionada Metrovía, se accidentó en la avenida América y San Gabriel, lo que genera preguntas como: ¿quién exige a esas cooperativas que no hagan trabajar a los agotados y estresados jóvenes conductores de buses desde las cinco de la mañana, que retiran la unidad, hasta las nueve o 10 de la noche?, ¿por qué no cumplen un horario reducido esos conductores, que tienen una actividad tan delicada y de tanta responsabilidad, como ocurre con los choferes de buses interprovinciales, a los que debe imponerse controles estrictos para que cada cierto número de kilómetros recorridos cambien de conductor y tengan paradas para descansar, así como para el pasajero ocupar los baños?, ¿por qué no se ha podido hasta ahora implementar la ‘caja común’, que evite las carreras entre buses? (O)
Diego Fabián Valdivieso Anda, economista, Quito