La forma de evaluar al estudiante en los colegios del país crea un futuro mediocre para adolescentes y jóvenes.

En los dos años que tenemos en pandemia de COVID–19, los educadores y miembros de las secretarías encargadas de los planteles del país, hemos estado obligados por el Ministerio de Educación a ser más ‘pacientes’ y ‘bondadosos’ al calificar las notas de los estudiantes, ya que ha sido terminantemente prohibido dejar a un alumno perder el año lectivo, por más irresponsable que este haya sido con sus deberes, proyectos, estudios. Los docentes tenían que dar todas las oportunidades y volver a presentar, atrasados, las notas. Actualmente, con las clases presenciales, los alumnos que no obtienen el puntaje mínimo para pasar de curso ya pueden perder el año lectivo; pero no es tan simple que esto suceda, dado que las instituciones tienen el deber de tomar el examen supletorio para que los alumnos se puedan recuperar. Si no pasan dicho examen, tienen otra oportunidad de salvar su año con el examen remedial, y si no obtienen la nota de 7, hay una última oportunidad con el examen de gracia. Los estudiantes que pasan de año lectivo gracias a las múltiples oportunidades que da el Ministerio de Educación se han acostumbrado a no hacer el esfuerzo de aprender, terminan siendo los que no obtienen cupo para entrar a las universidades, ya que el sistema educativo que los hizo irresponsables les exige, al acceder a un cupo universitario, un examen de tres horas de desarrollo donde demuestren todo lo aprendido en el colegio, donde pasaron de cursos ‘raspando’. (O)

Christopher Tandazo Benavides, Guayaquil