Los funcionarios públicos, incluido el docente, deben estar dotados de ética y moral pública, buenas costumbres, correcto accionar laboral. Estos deben ser íntegros, transparentes, honestos y responsables; así entenderá qué es el servicio público, con educación, buen trato al usuario, sin recibir nada a cambio, ni esperar recompensa y le dará prestigio a la institución donde labora.

A quienes crecimos entre 1940 y 1990 nuestros padres nos enseñaron extraordinarias costumbres, perdidas en las últimas décadas, como ser responsables en el estudio; se tenía clases mañana y tarde, cumplir deberes y aprender lecciones. Antes de irnos dábamos lección y presentábamos deberes. El aseo era obligatorio, íbamos bien peinados, sin aretes, ni cabello largo; sin tatuajes, ni esconderse en gafas o gorra, siempre con la frente en alto, ante adversidad en la vida. Antes saludábamos a todos, nos visitábamos entre familiares; había buena vecindad. También se hacía lo correcto y como consecuencia había paz personal, familiar, social y respeto, que ahora pareciera que no existe en el país.

Entre la crisis y la visión del Ecuador

Antes íbamos a misa a realizar el curso de catecismo para la primera comunión, ahora recuerdo los mandamientos de Dios, como no cometerás actos impuros; no robarás; no darás falso testimonio ni mentirás; no codiciarás los bienes ajenos, etc.

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Aunque no todos, pero sí muchos piensan ingresar a función pública para lucrarse y hacerse rico, eso demuestra falta de civismo, carencia de deberes y obligaciones. La asignatura de Cívica en la escuela enseñaba valores y principios para ser buen ciudadano; también no enseñaron en Urbanidad cosas como lavarse manos antes de comer; ser agradecido; mantener el orden, entre otras cosas.

Volver a conmovernos: antídoto contra la deshumanización

Traigamos de vuelta la moral al país denunciando al servidor público que atente contra nuestro Ecuador. (O)

Jorge Arámbulo, abogado, Guayaquil