De diferentes tamaños son las encomiendas distribuidas por aire, mar o tierra y que conforman el llamado servicio postal que puede ser privado o estatal; muchas naciones se dan el lujo de tener un servicio de excelente calidad. En nuestro país el servicio es deficiente y es obligación del Estado mejorarlo, pero no percibimos que exista un proyecto, su errático servicio favorece al privado.
Para las elecciones generales del 7 de febrero pasado el material quedó a manos de una empresa privada que manejó 410.239 sufragantes de Europa, Asia y Oceanía, el 62%; de Canadá y Estado Unidos, el 31%; y de América Latina, Caribe y África, el 7%. Existe un retraso de los paquetes que provienen de Estados Unidos por el mal tiempo en esa nación. Si el correo encargado fuera nacional se podría facilitar la entrega con moderna tecnología, pero la empresa pública se encuentra en proceso de extinción y nadie alza la voz en defensa, muchos hasta están de acuerdo con la desaparición, no existe el orgullo nacional ni la preocupación por la falta de trabajo; ningún candidato a la Presidencia de la República se ha dignado tratar el tema, eluden un asunto importante. Fuera del país muchos, ecuatorianos y de otras nacionalidades requieren comunicación y qué mejor que una empresa nacional cuyos sellos son un distintivo de seguridad y confianza. No desperdiciar la nueva estructura de Sauces VII de 5.380 metros cuadrados, costó 4 millones 500 mil dólares, desconozco los incrementos que se cancelaron al concluir la edificación, que puede quedar como obra demasiado grande para la utilidad destinada. Ojalá se transforme en una obra valiosa que lleve por lo alto el nombre del Ecuador. (O)
Fernando Guzmán Martínez, ingeniero comercial, Guayaquil