En ocasiones me pregunto, qué efecto tienen las palabras dentro de nuestro contexto cotidiano. A lo largo de la historia los discursos de distintos líderes han influido y movilizado pueblos y naciones. Asimismo, las promesas y mentiras han dividido pensamientos y causado guerras mundiales. Realmente la manera que nos comunicamos tiene una influencia positiva o negativa en nosotros mismos y en las demás personas.
Claro está, que el lenguaje no solo comunica, sino que moldea intrínsecamente nuestras emociones, relaciones personales y manera de pensar que va construyendo nuestra personalidad y transformando el contexto de nuestra realidad. Usar la palabra con conciencia es un acto de amor propio, respeto y responsabilidad hacia uno mismo. Es importante el aprender a guardar silencio en aquellos momentos que no hay necesidad de responder.
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La madurez significa ser uno mismo
A veces nos dejamos dominar por nuestras emociones cuando nos tocan una parte muy sensible y no trabajada de nuestra psiquis humana, es en ese momento que se activa la amígdala que es la encargada de detectar el peligro y generar una respuesta inmediata dentro de nuestro cerebro. Esta reacción química actúa en nosotros como si fuera una puñalada al corazón que lo único que hacen es delatar nuestra verdadera vulnerabilidad. En lo cotidiano, un “te creo” puede salvar una autoestima, mientras que un “no vales nada” puede dejar heridas invisibles, pero eternas.
Las palabras definen nuestra realidad, dan forma a lo que concebimos en nuestro día a día, por eso oímos muy a menudo la frase “pensar antes que hablar”, lo que me recuerda la importancia de tomarnos unos segundos para reflexionar qué vamos a decir antes de hablar alguna incoherencia que luego nos arrepentimos por haber hablado de más. No necesitas opinar acerca de todo ni tener la última palabra en cada conversación, no gana quién habla al último sino quién es capaz de callar en el momento correcto. El verdadero poder está en escuchar, mas, no en contestar. Quien domina su lengua, domina su mundo; saber escuchar te llena de sabiduría.
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Quiero concluir con esta reflexión. Cada palabra que sale de nuestra boca tiene el poder de edificar nuestras relaciones o derrumbarlas, como un juego de dominó, por los malos comentarios o malos entendidos. ¿Quién no se ha arrepentido luego de haber opinado abiertamente sobre algún tema en específico? De tal manera que debemos de cuidar lo que decimos, porque lo que hoy sembramos con palabras, mañana lo cosecharemos con hechos, sean buenos o malos. Incluso los que nos decimos a nosotros mismos cada mañana tiene altas repercusiones en nuestra autoestima y salud mental. Si tú no te levantas el ánimo con palabras positivas, nadie más lo hará, recuerda que el primero que debe motivarse eres tú mismo, aprende tu valor y trátate mejor. (O)
Julian Barragán Rovira, magíster en Management Estratégico, Guayaquil