Vemos todos los días cómo en el comportamiento humano muchas veces pesan más nuestros sentimientos que nuestras razones; se impone el corazón a la razón.
Dios es tan sabio que nos puso la cabeza en la parte más alta de la anatomía humana para que “primero” pensemos y desde aquí ya distribuye: el hemisferio izquierdo del cerebro para pensar, analizar, instruir; y el hemisferio derecho para amar, para soñar, para emocionarse, para fantasear, para imaginarse.
El cerebro: territorio de autoconocimiento
De hecho, según estudios, todos tenemos dos inteligencias: la racional y la sentimental o emocional, si a esta cabeza le ponemos como condimento las insinuaciones del corazón ahí se arma la de Troya y el único árbitro será la inteligencia racional, la única capaz de poner freno a las pasiones.
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Del control de las emociones y pasiones nacerá una vida digna y equilibrada, mientras que del desorden vendrán los fracasos.
En casi todos los libros antiguos de los sabios se lee la célebre frase que la pitonisa le cantó a Sócrates: “Conócete a ti mismo” y es la piedra filosofal de donde nace nuestra conducta, cada uno decide su vida, su destino, todo nace y muere con uno mismo, solo nosotros responderemos ante Dios por nuestras acciones, nadie más, de ahí las leyes del karma, lo que siembras, cosechas, y el que la hace, la paga.
Cuando el respeto se volvió ruido
No hay que sobrevalorarse ni subestimarse, siempre debemos poner la razón y la inteligencia antes de hacer cualquier cosa por suerte; todo se puede intuir, es mejor andar por el camino recto, los desvíos y desvaríos siempre traen consecuencias graves de las cuales muchas veces los arrepentimientos no valen. Siempre digo y repito que los secretos del éxito son Dios, estudio, trabajo, amor; si a esto se lo condimenta con dieta y ejercicios o actividad física, ¡bingo!, éxito total. (O)
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Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro

















