En relación con las recientes propuestas de ajuste fiscal y reducción de personal en el sector público, quiero ofrecer una reflexión en defensa de los sectores estratégicos que sostienen el bienestar de nuestra sociedad. En particular me referiré al sector salud, que es mi área de experiencia, pero también hago un llamado a considerar el impacto en sectores como seguridad y educación, donde las implicaciones de recortes son igualmente graves.

La crisis estructural del sistema de salud pública en Ecuador, especialmente en lo que respecta al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), es evidente. El gasto en salud se ha desbordado debido a una combinación de ineficiencias administrativas, la falta de personal médico especializado y, sobre todo, la excesiva dependencia de prestadores externos. Durante años se ha delegado la atención de miles de pacientes a centros privados, generando deudas millonarias y aumentando la carga sobre las finanzas del Estado. Esto no es una solución sostenible. Es necesario fortalecer la infraestructura del sistema público y crear más centros de atención, que permitan una atención integral, accesible y económica, sin recurrir a un modelo externalizado que solo incrementa los costos y la desorganización.

En lugar de reducir el personal médico y los servicios, lo que necesitamos es una reestructuración profunda y una planificación a largo plazo para aumentar la capacidad de atención del sistema público. Es fundamental contar con más personal sanitario, con médicos, enfermeras, y especialistas que puedan cubrir la creciente demanda de atención. Sin embargo, nos enfrentamos a una realidad que, en lugar de mejorar, empeora. Los hospitales y centros de salud están sobrecargados, y el personal ya no solo enfrenta jornadas laborales extensas, sino que debe cubrir múltiples áreas al mismo tiempo. Como profesionales de la salud, trabajamos en condiciones difíciles, pero sabemos que la calidad de atención se resiente cuando los recursos humanos no son los adecuados.

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La reducción de personal en este contexto es no solo imprudente, sino potencialmente peligrosa. Si se despide a médicos, enfermeras y personal clave, no podremos garantizar la atención que la población necesita, y la calidad de los servicios caerá aún más. La escasez de personal es un problema real, no solo en la atención clínica, sino también en áreas críticas como la administración de compras y la gestión de los servicios. Existen vacíos que requieren urgentemente especialistas en áreas administrativas para optimizar los procesos y mejorar la eficiencia.

Asimismo, la reducción de personal en el sector de seguridad pública es igualmente preocupante. La creciente inseguridad en las calles no puede ser resuelta con menos efectivos, sino con una mejor gestión de recursos y el fortalecimiento de la Policía y otros cuerpos de seguridad.

Del mismo modo, el sector educativo enfrenta enormes desafíos. Reducir personal docente en las escuelas y universidades públicas sin tomar en cuenta las condiciones de sobrecarga laboral de los educadores solo aumentará las brechas de calidad en la enseñanza.

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Si bien reconozco que el gasto público debe ser gestionado con responsabilidad, los sectores que sirven a la población no pueden ser sacrificados en nombre de la austeridad sin considerar sus efectos a largo plazo. Reducir el personal en salud, seguridad y educación no solo afectaría la calidad de los servicios, sino que pondría en riesgo los logros alcanzados hasta ahora en términos de cobertura y atención. (O)

Galo Guillermo Farfán Cano, médico, Guayaquil