Durante mi carrera universitaria enfrenté diversos retos que, en cierto punto, me llevaron a decidir por abandonar mis estudios y dedicarme a otras actividades.

Fue en esa época de confusión en la que apareció un profesor que, además de incentivarme a la lectura de temas trascendentales para mi formación como abogado y de permitirme acompañarlo en labores altruistas que fueron vitales para mi formación como persona, me animaba a retomar mis estudios, diciéndome y asegurándome que lo mejor estaba por venir.

Este mismo profesor, cuando finalmente –tras su insistencia, debo reconocer– volví a la facultad.

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Los santos de hoy

En primer lugar me animó a acompañarlo a sus clases y luego me sugirió que haga las veces de su ayudante de cátedra en sus asignaturas (eso sí, por limitantes administrativas, la paga era la experiencia en sí misma).

Así, casi circunstancialmente, me vi preparando la documentación y lecturas para las clases de Introducción al Derecho y Derecho Administrativo.

Momentos más adelante, animado por este gran maestro, tuve el honor de subirme a la plataforma del docente (muy parecida a un púlpito, pues mi alma mater es una universidad católica) para brindar mi granito de arena en la formación de los jóvenes (más jóvenes que yo en ese entonces, quiero decir) que estaban frente a mí.

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De los jubilados de la Universidad de Guayaquil

La grata experiencia de acompañar (y, de cierto modo, apoyar) a este profesor en sus clases, fue donde vi, de primera mano, el ahínco que le ponía al preparar la clase, la pasión impresa en cada explicación y la paciencia para disipar toda duda de los estudiantes, aunado a la calidad de ser humano que demostró ser, al interesarse en la historia del que pudo haber sido uno más de sus incontables alumnos, se convirtieron en los motivos principales por los que anhelo ser profesor universitario.

Quizá, y solo si es que resultó ser digno de tal honor, yo pueda ser, para un joven como el Jorge de hace algunos años, un mentor desinteresado como fue, es y siempre será este gran profesor. Ese es el efecto multiplicador de un buen profesor. (O)

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Jorge Sotomayor Gray, abogado, Guayaquil