Una importante campaña contra el horrible crimen de la pedofilia está en marcha con la película Sonido de libertad, cuya trama está inspirada en Tim Ballard, exagente del FBI que salvó en Ecuador a más de 200 niños del tráfico sexual infantil. La película tiene buen reparto, buen guion, buena producción y retrata la triste realidad de miles de niños, esclavos por el comercio sexual.
Al parecer muchos no querían que esta película estuviera en los cines del mundo. Los espantosos actos contra niños de los que habla el largometraje deben hacer eco y resonar en nuestra conciencia. Quizá usted, si ya la vio, también salió pensando: “¿Qué podemos hacer para que esta situación cambie?”. Para dar luces a esta inquietud propongo algunos puntos que luego usted podría investigar y profundizar:
En primer lugar, cuidar a nuestros hijos, nietos o sobrinos, e invitar a jóvenes y adultos a ver la película para que todos estemos conscientes del peligro real y en aumento que existe, debido a la perversión sexual y a la hipersexualización que vive nuestra sociedad enferma.
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El segundo punto es tomar en serio el tema, prepararnos y formarnos para dar dentro de casa, en familia, una educación sexual adecuada en la que podamos transmitir siempre la admiración y el respeto por la belleza de la sexualidad, que nos hace hombres o mujeres dignos. Esta dignidad está íntimamente ligada con la vida y la procreación de los hijos. La sexualidad sana es la expresión más espléndida del amor y el compromiso.
En tercer lugar, todos debemos exigir a nuestras autoridades que se respete y cuide la vida de los más pequeños e indefensos. Además, las leyes deben perseguir sin descanso y castigar a violadores y pedófilos.
Y finalmente, urge restaurar leyes que protejan a los menores del adoctrinamiento sexual en las escuelas y en algunos medios de comunicación, pues esta promoción provoca un inicio precoz de la vida sexual mal encaminada.
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Recordemos la frase de la película Sonido de libertad: “Los niños de Dios no están a la venta” y no dejemos de orar por la conversión de corazón de todos los implicados en estos actos monstruosos. (O)
Tania Zegaib Saab, Guayaquil