En este momento una hormiga se me cruza en medio de mi hoja de escribir. Pensaba matarla, mas no lo hice: todo el mundo tiene derecho a la vida, si no me está haciendo nada. En este momento acaba de escabullirse en medio de las hojas de mi libro; al final tal vez ella también está investigando algo.

El amor es Dios, y Dios es amor y por el amor se hizo inmortal. El amor nace en nuestro interior. Es una atracción, una química que puede ser de amistad, de familia, algo que nace en la mente, se acuna en el alma, late en el corazón y se expresa en las caricias, en los besos: los pájaros se demuestran amor de diferentes formas, el cielo con el mar se besan, las estrellas con la luna se acompañan, personas besan a sus perros. Es un poco triste que en algunas novelas turcas no se besen, aunque se nota que sí existe amor.

El amor nace de la inteligencia. Erich Fromm definía al amor como un arte: hay que pintarlo, esculpirlo, cantarlo, escribirlo, mejor si es a través de los poemas y los versos o a través de melodías. Incluso el puertorriqueño Bad Bunny dice: “Debí tirar más fotos de cuando te tuve. Debí darte más besos y abrazos las veces que pude”.

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El amor no se exige; se lo conquista con las acciones, con la delicadeza, con la sutileza, con la empatía, buscar los espacios comunes. En mi casa hay unos seis pajaritos lindos, hermosos. Mi esposa les da de comer todos los días. Al principio eran ariscos; ahora yo paso despacio con delicadeza en medio de ellos y ninguno se va. Hoy han perdido el miedo y ahora tienen su horario de venir a comer y picotean las ventanas sin ningún pudor.

Wayne Dyer reafirma y dice: “Solo los que tienen amor encuentran amor y nunca tienen que buscarlo”. El amor no es ostentación ni pedantería: es más pasión y humildad sin imposiciones ni groserías. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro