Por definición, parásito es el ser que vive a expensas de otros, y lamento comentar que en Ecuador tenemos una sociedad que por décadas ha promovido el parasitismo. Este problema comienza en el núcleo familiar, donde aprendemos, a través del ejemplo, a depender de los padres, algunos aún habiendo llegado a la edad adulta; también se extiende a los barrios, comunidades, ciudades, donde los GAD, a pesar de denominarse “autónomos”, reclaman al Estado sus asignaciones.
Lo malo no es que exista un mínimo grado de dependencia, sino que hayamos aprendido a vivir a costa de estas, realizando poco o ningún esfuerzo por ser autosustentables, por generar proyectos o propuestas.
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Gobiernos populistas desde la década de los 70, a cuenta de obtener votos, iniciaron a los ecuatorianos en esta “cultura” de la dependencia al otorgar bonos, subsidios y demás aportes, que siendo por definición temporales son renovados y aumentados por cada nuevo gobernante, con el repetido discurso de que así lograrán que sectores vulnerables de la población superen la pobreza. A esto se suma el descontrol que existe sobre el uso que los beneficiarios les dan a estas “ayudas”. Entiendo que, si fueran realmente útiles, muchas personas ya hubieran salido de la pobreza luego de un buen tiempo de recibir un bono, pero más bien se acostumbran y luego hasta reclaman cuando ya no aparecen en las listas de beneficiarios.
Ahora vivimos las consecuencias de esta “cultura”: protestas porque este Gobierno decidió finalmente retirar el subsidio al diésel. Y quienes se beneficiaron de este subsidio por años, aun sabiendo que también la delincuencia organizada estaba aprovechándolo para sus actividades mineras y narcodelictivas, ahora protestan de la forma más violenta, sin importarles las millonarias pérdidas que están ocasionando al país.
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La extorsión asimismo se ha convertido en otro de los mecanismos que usa otro grupo de parásitos de la sociedad en que vivimos, quienes a costa de los aportes forzados de ciudadanos que sí trabajan incrementan sus economías delictivas. Por otro lado, está la evasión tributaria, la ley del más vivo. Y aunque muchos se justifiquen diciendo que no se ve a dónde van los dineros recaudados, yo prefiero, como muchos compatriotas, seguir creyendo en las instituciones, en la administración y aportar como ciudadano en lo que me corresponde para no contribuir con el parasitismo que tanto daño le está haciendo al país. (O)
Galo Alcides Jaramillo Noguera, Guayaquil