La inteligencia artificial, especialmente herramientas como Chat GPT, ha llegado a las aulas para quedarse. Sin embargo, su uso por parte de los profesores está generando nuevas preguntas y preocupaciones entre los estudiantes, quienes esperan una educación auténticamente humana.

Recientemente se han dado casos en los que alumnos descubren que sus profesores usan IA de manera evidente para planear clases o dar retroalimentación. Esto ha llevado a que algunos estudiantes realicen reclamos hacia autoridades de sus instituciones, pues sienten que no están recibiendo el valor humano que esperan de su formación.

Innovar para sobrevivir

El problema no es la tecnología, sino la manera en la que se utiliza. Cuando los docentes dejan en manos de la IA tareas esenciales, como revisar trabajos o dar retroalimentación, se corre el riesgo de perder la confianza del alumnado y de afectar la reputación de la institución.

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Además, la IA puede cometer errores, ofrecer información incorrecta o incluso poner en riesgo la privacidad y propiedad intelectual de los estudiantes. Por eso, el uso indiscriminado y poco ético de estas herramientas puede resultar contraproducente tanto para profesores como para alumnos.

No murieron en vano

No obstante, la inteligencia artificial puede ser una aliada valiosa si se emplea con responsabilidad y transparencia. La clave está en la honestidad: los profesores deben informar a sus estudiantes cómo y para qué usan la IA. Así se evitan malentendidos y se fortalece la confianza en el proceso educativo.

La IA debe ser vista como una herramienta de apoyo, nunca como un sustituto del docente. La esencia de la educación sigue siendo la interacción humana, la empatía y el acompañamiento personalizado que solo un buen profesor puede brindar. (O)

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Roberto Camana-Fiallos, escritor y docente investigador, Ambato