El presidente Daniel Noboa ha diseñado su mandato como una partida de ajedrez. Su “apertura” fue contundente: declarar un conflicto armado interno para enfrentar al crimen organizado y proyectar liderazgo de “mano dura”. Esa narrativa, legitimada por reformas legales y consultas populares, se convirtió en la pieza central de su estrategia de poder.
En el medio juego, Noboa mueve con decisión las piezas institucionales. Reduce ministerios, despide miles de empleados públicos y concentra la administración. La centralización le otorga rapidez, pero también erosiona contrapesos y genera tensiones con la Corte Constitucional y sectores políticos. El riesgo: un tablero cada vez más inclinado hacia la figura presidencial.
En la agenda económica, su apuesta combina apoyo a pymes y defensa férrea de la dolarización como ancla de confianza. Sin embargo, los recortes de subsidios y las concesiones mineras muestran la otra cara: ajustes que golpean a los sectores populares y tensiones socioambientales que podrían convertirse en su talón de Aquiles.
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La teatralidad política completa el cuadro. Noboa se muestra cercano recorriendo territorios y firme en su discurso contra la corrupción y la violencia. Usa el lenguaje de confrontación y polarización como un recurso de poder, pero se legitima con mecanismos democráticos como consultas y referendos, presentándose como líder fuerte y a la vez “respetuoso” del voto popular.
No obstante, los desafíos son evidentes: la erosión institucional, la resistencia social, la contradicción entre discurso y resultados en materia de seguridad, y la dependencia de alianzas externas. Mantener una estrategia personalista requiere victorias visibles; de lo contrario, el respaldo puede desmoronarse con rapidez.
En definitiva, Noboa juega una partida compleja. Ha sabido mover sus piezas con audacia, pero en política, como en el ajedrez, no basta con abrir fuerte: la clave está en sostener el medio juego y asegurar un final convincente. El país entero observa si el presidente logrará dar jaque mate a la violencia y la crisis, o si su estrategia quedará atrapada en un jaque perpetuo. (O)
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Jorge Ortiz Merchan, máster en Economía y Políticas Públicas, Durán