¿Sabían que hoy más que nunca las familias están priorizando relaciones profundas sobre agendas hiperactuadas?

Entre el auge del “lighthouse parenting” (crianza faro), el declive del “gentle parenting” (crianza respetuosa) excesivamente permisivo, y nuevas herramientas de crianza, emergen voces que ponen el vínculo emocional en el centro.

Imputabilidad a los adolescentes

Estudios recientes muestran que los niños que confían en sus cuidadores desarrollan mayor resiliencia emocional, exploran con curiosidad y aprenden sin miedo a equivocarse. Esto no es una moda, es una revolución silenciosa.

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Olvida los extremos de dejar que los niños “resuelvan solos” o controlarlo todo. La crianza faro (lighthouse parenting) propone estar presentes, con límites claros y sostén emocional constante. Los padres ya no quieren ser ni aisladores ni salvadores: quieren ser esa luz constante.

Deterioro académico vs. violencia escolar

La crianza respetuosa ha ganado mucha fuerza en los últimos años. Pero también ha comenzado a mostrar su lado menos visible: cuando se lleva al extremo, puede dejar a los adultos agotados emocionalmente, temerosos de poner límites, y a los niños sin el marco de seguridad que necesitan para organizar su mundo interno.

Validar no significa permitir todo y acompañar no es lo mismo que ceder. En su lugar, aparece una crianza que combina empatía con límites firmes, sostén emocional sin perder coherencia. La teoría del apego, ahora reforzada por la neurociencia, confirma que palabras calmadas y presencia consistente promueven conexiones neuronales sanas. El cerebro infantil logra autorregularse solo si percibe al adulto como anclaje emocional.

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La violencia escolar, un mal que crece sin control

La neurociencia ya lo confirmó, pero los niños siempre lo supieron: lo que más impacta no es el castigo ni el premio, sino la seguridad emocional de sentirse vistos y queridos.

Un vínculo constante es más poderoso que cualquier estímulo artificial. Una presencia disponible vale más que mil palabras apuradas. No hay aprendizaje sin vínculo, y no hay vínculo sin alguien que esté, de verdad. (O)

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Victoria González Pazmiño, psicóloga, Guayaquil