Acogemos la elección del señor Guillermo Lasso como presidente del Ecuador y le hacemos la sugerencia de que destierre la expresión ‘diplomáticos de carrera’, cuando lo legítimo es denominarlos legalmente: diplomáticos de escuela. Por tanto, el próximo ministro de Relaciones Exteriores debe ser un doctor o máster en diplomacia, graduado en uno de los institutos de Derecho Internacional de las universidades de Guayaquil y Central de Quito, e instituir dicha disciplina como obligatoria.
Entre más de mil puestos diplomáticos hay muchos empíricos no graduados en esta materia, no los ponen por sus títulos sino por familiaridad o amistad. Deberá el nuevo presidente autorizar el funcionamiento de los institutos que fueron cerrados por Correa, y abrir la puerta de la seguridad del Ecuador como Estado; refundar la Cancillería con los profesionales graduados en Quito y Guayaquil. Desterraron a verdaderos diplomáticos ciertos empíricos ‘dueños’ de la Cancilllería. (O)
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Abel Molina Orellana, máster en Diplomacia, Guayaquil