El proceso de la independencia de las colonias del Imperio español en América se inició a comienzos del siglo XIX, cuando los sueños de libertad fueron inspirados por la modernidad y tuvieron como preámbulo la independencia de los Estados Unidos en 1776 y la toma de la Bastilla en Francia en 1789. Ideas trascendentales para la humanidad que ocasionaron la caída de las monarquías y el nacimiento de nuevas repúblicas.

Dentro del argumento general del proceso independentista de nuestro país, identificamos dos etapas bien marcadas: la primera, que se inicia con la Revolución de Quito del 10 de Agosto 1809 y culmina con la disolución de la segunda Junta Suprema de 1812; y la segunda, que parte con la Independencia de Guayaquil el 9 de Octubre de 1820 hasta la batalla de Ibarra el 17 de julio de 1823.

216 años del primer grito emancipador

Las nuevas ideas despertaron la vida intelectual americana, estimularon el sentimiento rebelde, pues sustentaban los principios de libertad, de igualdad, de soberanía popular, de comercio libre, que constituían el programa fundamental de los movimientos emancipadores de comienzos del siglo XIX.

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Hay que recordar entonces que lo que facilitó la independencia de la Real Audiencia de Quito fueron los resultados de las primeras doctrinas de libertad en los territorios del actual Ecuador, como la insurrección de los estancos en 1765; la Revolución del 10 Agosto 1809; las ideas constitucionales en 1812; Independencia de Guayaquil en 1820; y la campaña militar al mando del general Antonio José de Sucre en 1822. Estos eventos dieron la libertad a la Real Audiencia, lo que provocaría que sus territorios pasaran a conformar parte de la Gran Colombia hasta el 13 de mayo de 1830, cumpliendo el objetivo estratégico-militar del libertador Simón Bolívar.

Liderazgo con sentido constitucional

El proceso independentista de Quito germina con el pronunciamiento de la Revolución del 10 de Agosto de 1809, se logró evidenciar de manera perpetua el accionar emancipador de la sociedad quiteña, acrecentando el desapego a la administración de la corona española en la región, hecho que se desprende de ideas revolucionarias que se fraguaron desde la noche del 9 de agosto, cuando se redactó el acta expresada por la Junta de Gobierno suscrita en la hacienda perteneciente al marqués de Selva Alegre, asumiendo así las responsabilidades de los funcionarios designados por el presidente de la Real Audiencia de Quito.

Este acontecimiento político y patriótico no consolidó la libertad épica expedita por la presencia de la aristocracia quiteña, con visos de apoyo al rey de España Fernando VII, sin la participación del verdadero pueblo quiteño. (O)

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Nelson Humberto Salazar Ojeda, escritor, Quito