El budismo cree en distintos tipos de infierno, siendo el peor el avici, donde el sufrimiento no se detiene jamás. En este tipo de infierno se sufre porque la mente queda atrapada en lo que generó, una especie de bucle infinito. Y así se hace sentir a las víctimas de violencia psicológica en el Ecuador, sobre todo aquellas que de forma simultánea enfrentan procesos de alimentos. Viven un avici en la Tierra, situación que la sociedad se encargará de hacerlas sentir que “por culpa de la denuncia” ahora viven más consecuencias por parte del agresor que si no hubieran denunciado. Las harán sentir culpables, como si la búsqueda de la justicia fuera algo irrelevante, como si la psiquis y el dolor no importaran.
Cuando una mujer en el Ecuador denuncia violencia psicológica, automáticamente entra a un sistema donde será constantemente revictimizada, donde tendrá que cargar con el estigma de frases como “Se está vengando porque ya no son pareja”, “Solo quiere dinero” o “Está mintiendo”, entre otras expresiones nefastas que se escuchan en los pasillos de las fiscalías. Mientras que los victimarios continuarán incansablemente con las manipulaciones sobre los hijos e hijas. Llegando a no pagar pensiones alimenticias a cambio de “retirar la denuncia”.
Publicidad
Hace poco, una víctima me dijo: “Soy madre antes que víctima”, justificando por qué no quería que se llamara a dar versión a sus hijas y así protegerlas para que ellas no sufran la venganza del padre. Escuchar esta frase desgarró mi corazón.
“Como hubiera deseado que me golpeen, porque así tendría aunque sea un morado como evidencia” es otra frase devastadora que se escucha en los procesos de violencia psicológica.
Publicidad
El Estado ecuatoriano debe avanzar en temas de género. No podemos permitir como sociedad que las víctimas de violencia psicológica estén en un avici procesal. (O)
Marcela Alejandra Dunn Ortega, abogada, Guayaquil