Para las generaciones de profesionales de la salud más recientes, y para el público en general, debo mencionar que para septiembre de 1978 en la ciudad de Alma Ata (actual Almaty, en Kazajistán) se desarrolló la Conferencia Sanitaria Internacional con la participación de delegados de alrededor de 134 países. En aquella importante reunión se definió, entre otras cosas, que la atención primaria (APS) sería la herramienta técnica que la salud pública utilizaría para la protección en salud de las personas y comunidades. Han transcurrido 47 años y en nuestro país ha habido esbozos, más o menos marcados, por adoptar formalmente a la APS como parte esencial del Modelo de Atención Integral en Salud, pero han carecido de la sostenibilidad política necesaria.

¿Por qué insistir en la APS?, porque según la experiencia y la evidencia se puede resolver al menos hasta el 80 % de las principales enfermedades de la población, con costos asequibles tanto para el diagnóstico (pruebas de laboratorio, equipamiento biomédico, etc.) como para medicamentos y dispositivos médicos necesarios. Además, el enfoque de la APS se centra en las personas, tanto a nivel individual como familiar y comunitario. Con la APS se levanta información relevante sobre el control prenatal, embarazo de alto riesgo, desnutrición infantil crónica, enfermedades crónicas no transmisibles, etc. Hoy observamos el colapso de muchos hospitales en varias provincias del Ecuador, cuya razón, entre otras, radica en la fragilidad y debilidad del primer nivel de atención, aquel que –como escribí en líneas anteriores– basado en la APS puede contener hasta el 80 % de las principales morbilidades en las familias, evitando complicaciones, cuya resolución debe darse en un hospital a un costo tres veces superior.

Hace poco, el presidente Daniel Noboa le encargó a la vicepresidenta María José Pinto las funciones de ministra de Salud; y más allá de analizar el perfil, es la oportunidad, por tratarse de un actor ajeno al proceso de la salud pública en sí mismo, de abrir el debate respecto al fortalecimiento y la sostenibilidad del Modelo de Atención Integral en Salud, del cual debe la APS ser el “pilar fundamental” y así derribar el viejo paradigma del hospitalocentrismo, es decir que el hospital nos resuelve todo, ya que la evidencia nos dice que ahora es poco lo que puede hacer. La salud pública no son solamente hospitales, ya que estos son parte de la recuperación de la salud en la gente, son la parte visible del gran iceberg del sistema de salud, pero lo que no vemos, y por lo tanto no logramos identificar como salud pública, son la promoción y la prevención de enfermedades, las que se evidencian mediante el programa de inmunizaciones, limpieza de criaderos de mosquitos, vigilancia de la tuberculosis, alimentación saludable y actividad física, etc. Es tiempo de reeditar y actualizar, según nuestra realidad en salud, los principios de la reunión de Alma Ata, aquellos que no caducan y que empoderan a la población sobre cómo cuidar la salud. (O)

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José Palau Duarte, médico, Guayaquil