De vez en cuando publicitan las necesidades no satisfechas de los adultos mayores e inclusive hacen un formal recuento de los derechos a que tienen. Sin embargo, todo queda en eso que llaman “mucho ruido y pocas nueces”. En nuestra Constitución, en la sección primera Adultas y adultos mayores, compuesta por cuatro artículos (36, 37, 38, 39) y 16 numerales, se ven plasmadas las leyes que pretenden proteger al adulto mayor, sin embargo, estas suelen ser ignoradas. Este compendio de buenas intenciones contiene los siguientes conceptos: atención prioritaria; inclusión social y económica; protección contra la violencia; atención gratuita y especializada; trabajo remunerado, en función de sus capacidades para lo cual tomará en cuenta sus limitaciones; jubilación universal; rebaja de los servicios públicos y en servicios privados de transporte y espectáculos; exoneraciones del régimen tributario; exoneración de costos notariales; el acceso a una vivienda; atención en centros especializados que garanticen su nutrición; creación de centros de acogidas; protección especial contra cualquier tipo de explotación laboral o económica; protección y atención contra todo tipo de maltrato, explotación sexual; desarrollo de programas para la realización de actividades recreativas y espirituales; atención preferente en casos de desastres y conflictos armados; protección, cuidado y asistencia especial cuando sufran enfermedades crónicas o degenerativas; entre otras garantías. Además, la Constitución indica que la ley sancionará el abandono de las personas adultas mayores por parte de sus familiares o instituciones establecidas para su protección.
Dos años de espera: mi lucha por la jubilación
Todo este amplio abanico de embustes solo sirven para que los crédulos se hagan ilusiones, pero la realidad es diametralmente otra. Si desglosamos de manera somera esta tomadura de pelos, fácilmente podemos razonar que la protección a los adultos mayores es letra muerta.
Si nos diéramos la tarea de introducir los cuatro artículos, más los 16 numerales en una funda y sacáramos al azar unos cuantos de ellos, notaríamos que no hay uno que se cumpla enteramente.
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Sería bueno que algún partido político se interese por estos problemas que lastiman a la población de la tercera edad que vive sin que nadie les preste la menor atención, pero que en sus pupilas se ilumina la ilusión de que tendrán días mejores antes que abandonen este mundo. (O)
César Antonio Jijón Sánchez, técnico de mantenimiento, Daule