Ningún reconocimiento tiene más valor para un estudiante de bachillerato que recibir la distinción de abanderado, portaestandartes y escoltas de los pabellones de la patria, de la ciudad e institución. Es el premio al esfuerzo, dedicación y comportamiento intachables durante su vida estudiantil, considerando sus calificaciones de rendimiento académico desde el quinto grado de básica hasta el segundo de bachillerato, según el artículo 191 del Reglamento General a la Ley Orgánica de Educación Intercultural que transcribo textualmente: Reconocimiento del abanderado, portaestandarte y escolta. “Todas las instituciones educativas que ofrezcan el nivel de bachillerato deben reconocer, una vez al año, de entre sus estudiantes de tercer curso, al abanderado del pabellón nacional con sus dos escoltas. Además, deben reconocer al portaestandarte de la ciudad (o cantón) y al portaestandarte del plantel, con dos escoltas en cada caso…”.
De las directrices del Mineduc, inherente a calificaciones se indica que se ingresará la información de las calificaciones desde quinto de básica hasta segundo de bachillerato y el promedio final, únicamente de los nueve estudiantes designados como abanderado, portaestandartes y escoltas. Lo que no se puntualiza en dicho instrumento es la diferencia entre aprovechamiento y conducta para efecto de la designación.
El efecto multiplicador de un buen profesor
Se entiende por aprovechamiento, a los logros académicos-científicos de aprendizaje que se cuantifica en un rango de 1 a 10 puntos, mientras que la conducta que define al comportamiento se cualifica en el rango de A+ y A- a E+ y E-.
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Mi inquietud atañe a la disyuntiva en que se pone a las instituciones educativas, al momento de elegir al abanderado, portaestandartes y escoltas, puesto que, es recurrente tener estudiantes con excelente aprovechamiento, pero deplorable conducta, lo que en mi opinión no se hace justicia con el respeto a los símbolos patrios que merecen ser portados y escoltados por jóvenes, luego ciudadanos más honorables con que se describe a “alguien digno de honor, respeto y reconocimiento basados en sus principios de honestidad y práctica de valores.
De los jubilados de la Universidad de Guayaquil
Es imperativo que se clarifique el reglamento, sin dejar lugar a interpretaciones para que la nominación esté basada en la justicia y el rigor legal, pero sobre todo, para que los jóvenes favorecidos no tomen su proclamación como un acto social, sino como un homenaje a la patria a través de sus símbolos. (O)
Joffre E. Pástor Carrillo, educador, Guayaquil