Tras obtener mi título universitario en Ecuador, la pregunta que no me abandona es: ¿acaso todo está perdido? En mi generación apenas una compañera trabaja como docente, sin estabilidad, con salario bajo y en un entorno escolar marcado por la violencia.
Derecho a la atención médica por accidentes laborales
No es cierto que los jóvenes no queramos trabajar. Lo que enfrentamos son barreras estructurales y un sistema que favorece el privilegio sobre el mérito. Las plataformas de empleo están saturadas: cientos aplican a una sola vacante, sin respuesta alguna. Al mismo tiempo, escándalos de nepotismo evidencian que tener contactos importa más que estar capacitado. Resulta inconcebible que un asambleísta de 19 años y sin título universitario perciba un salario de más de $ 4.000, mientras miles de jóvenes capacitados no consiguen ni una entrevista. ¿Qué pasa con los demás?
En el sector público, se exige experiencia para acceder a un puesto, pero no se reconoce la formación previa como válida. En el privado, se piden maestrías, idiomas y años de experiencia, sin ofrecer oportunidades reales a quienes recién comienzan. Así, estamos atrapados en un ciclo imposible de romper. Hoy, el título universitario ya no garantiza un futuro. Sin respaldo económico o social, el talento se pierde. Y ante tanto, la pregunta sigue: ¿acaso todo está perdido? (O)
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Sofía Pamela Rodríguez Calderón, licenciada en Literatura, Guayaquil