Portadores de bandera, magnífico símbolo de una historia que todos conocemos, estudiantes merecedores de este galardón, sinónimo de esfuerzo, de estudio, de sacrificio y de gloria.

¡Qué gran privilegio es ser abanderado! No sería posible encontrar un premio mayor al estudio que el portarla o escoltar a quien la porta. ¡Qué elocuente recompensa para aquellos adolescentes que han sabido reconocer el fruto del trabajo de sus padres! Fruto destinado a una actividad tan noble como es la del estudio y el aprendizaje.

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La bandera: alma y desafío de la patria

Cuando un niño va haciéndose adulto y empieza a comprender que tiene una responsabilidad en la vida, y que para afrontar las mayores responsabilidades que le deparará el futuro solo podrá contar con lo que sabe, con lo que ha aprendido y que además aprecia el sacrificio de sus padres, que soslayan en su favor el bienestar y el disfrute personal, con el fin de otorgarle la mayor herencia del mundo, no tiene forma más apropiada de agradecerles que asistiendo, escuchando, leyendo, memorizando, entendiendo, aprovechando del que más sabe, absorbiendo cada párrafo, cada verso, cada estrofa, cada página, cada consejo, permitiendo ser moldeado, educado, conducido hacia un porvenir exitoso para él y las futura generaciones.

Es un orgullo indescriptible para los padres el observar que su hijo, no solamente no los defraudó sino que superó sus expectativas, el constatar que sembraron semilla en terreno fértil, que todo aquello por lo que trabajaron durante 12 años se hizo realidad, la cual ven cristalizada ahora al verlo llevar la bandera: firme y ceremonioso, nervioso y orgulloso, sellando con su presencia un acto que quedará grabado en la memoria de los presentes, como un imborrable recuerdo.

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Día de la Bandera del Ecuador, símbolo patrio

¡Qué importancia pueden tener al lado de esto los logros personales o los éxitos empresariales! Pocas alegrías existen comparables a la de ver a un hijo graduado con honores, convertido en el mejor entre los mejores, el destacado entre los destacados; vitoreado por sus profesores que observan con el pecho henchido el producto de su trabajo, de su labor diaria, de su tesón; y admirado por sus compañeros y mencionado con honores por la sociedad en la que se desenvuelven.

Ojalá que esta tradición no se pierda nunca, pues ratifica el compromiso patriótico de tributo, pues otorga a quienes lo merecen: orgullo y conciencia, heroísmo y grandeza, cosecha de una siembra que demandó muchas noches de insomnio, disciplina, dedicación, fortaleza y estudio, bases donde se asentarán hoy y siempre el progreso, la independencia y el honor de los pueblos. (O)

Gina Henríquez de Bruno, Samborondón