Este 6 de marzo se celebran 175 años de la denominada Revolución Marcista, la cual es de gran importancia en la historia del Ecuador porque se trata del primer levantamiento ciudadano que expresaba un rechazo al abuso de poder. Acabó con el llamado militarismo extranjero que por quince años impuso su hegemonía, provocando una crisis de valores y comprometiendo gravemente la economía de nuestra flamante y ya seriamente endeudada República. Se llamó Marcista por el mes (y no por las ideas de un prusiano comunista, aunque estas últimas no tardaron en llegar).

El problema empieza un par de años antes. Todavía siendo una República púber con solo trece años de existencia, ya íbamos por la tercera Constitución y el gobierno parecía empeñarse en conceder más y más poder a los gobernantes mientras sustraía libertades a los ciudadanos. La Revolución Marcista fue la reacción que tuvo Guayaquil contra los atropellos del general Juan José Flores en su tercer mandato (no consecutivo), cuyo detonante fue esta tercera Constitución también llamada “Carta de la Esclavitud”.

La “Carta de la Esclavitud” establecía que el Congreso se reuniría solo cada cuatro años, sin embargo, Flores contemplaba la creación de una Comisión permanente de cinco senadores, que lógicamente tendrían la influencia directa del gobernante; el presidente duraría en sus funciones por un período de ocho años, elegido directamente por el Congreso, y con posibilidad de reelegirse por ocho años más; también el presidente podría nombrar a los ministros de las cortes superiores, a los obispos, y directamente a los consejos provinciales. (Ni siquiera en ese Ecuador de hace casi dos siglos, ni al mismísimo Flores se le ocurrió la desatinada idea de la “reelección indefinida”. Esa noción arcaica la tuvo un grupo de incivilizados 170 años después y hubo que bajarlos de esa nube de poder mediante una consulta popular).

Uno de los personajes principales dentro de la organización del movimiento Marcista fue Vicente Rocafuerte. Aunque varias veces hubo diálogos entre él y Flores y en repetidas ocasiones hubo alianzas entre ellos, fue uno de los pilares principales para el derrocamiento de Flores. Si hay algo que destacar de este personaje fue su noción clarísima del significado de una República. Sus estudios sobre la independencia de Estados Unidos moldearon su pensamiento que activó ciertas alarmas cuando, a través de una ley, en este caso una Constitución, se buscaba abusar del poder y menoscabar los derechos de los ciudadanos.

Si Rocafuerte hubiera nacido unos cuantos miles de kilómetros más al norte, seguramente hubiera sido uno de los “framers” (o padres fundadores, quienes firmaron la Declaración de Independencia de Estados Unidos pero sobre todo “enmarcaron” los límites al poder en la redacción de la Constitución). Ahí, probablemente sentado entre Mr. Franklin y Mr. Washington hubiera estado Rocafuerte (¿Mr. Hardrock?) con sus ideas vanguardistas para evitar dar cheques en blanco a los gobernantes, impedir reelecciones indefinidas y salvaguardar las libertades de los ciudadanos.

Mr. Hardrock tuvo las ideas correctas en el momento correcto y su rol en la Revolución Marcista habla muy bien de su pensamiento republicano, sobre todo en lo que respecta a la división y límites del poder. (O)