Mark Twain, un popular escritor, orador y humorista estadounidense del siglo XIX, decía que hay tres tipos de mentiras: “mentiras, malditas mentiras y las estadísticas”. Durante la ‘década ganada’ hubo de todos los tipos, pero la mentira más utilizada y sin ningún empacho fueron las estadísticas.

Una de las cifras macroeconómicas más manipuladas (hacer caso omiso por un momento a la deuda y su techo) fue el empleo. Hoy Ecuador tiene ocho millones de personas en su fuerza laboral y de esas solo tres millones están afiliadas a la seguridad social. Dichas cifras revelan que de los cinco millones de personas que restan, cientos de miles están en calidad de desempleados o en lo que se denomina empleo informal. Sin embargo, durante una década, se nos repitió hasta el cansancio que el empleo aumentaba día a día. Pero ¿cuál empleo? El informal. Y desafortunadamente con leyes laborales tan rígidas difícilmente se puede enmendar esta situación.

El trabajo informal es aquel al que han acudido millones de ciudadanos para ganarse la vida al margen de la ley. En nuestro país son los malabaristas, bailarines y vendedores de agua, galletas, flores, frutas y artesanías. Dado que las regulaciones laborales para mantenerse en un mercado laboral formal son tan complejas y costosas, estos ciudadanos han optado por ganarse la vida en la ilegalidad.

Ronald Coase, premio Nobel de Economía, explicó muy bien el costo de esa complejidad. Coase logró probar que cuanto más compleja es una economía, mayores serán los costos de transacción. De hecho, en muchas de las economías en Latinoamérica para empezar un pequeño negocio siguiendo de forma estricta todos los requisitos de ley, sin pagar sobornos para agilitar trámites y haciendo los registros necesarios incluyendo los de higiene, el trámite puede tomar más de un año en muchos de los casos lo que implica un altísimo costo de transacción para el emprendedor. Lo que el vendedor o malabarista hace entonces es medir el costo frente al beneficio de la ley.

Las actividades que componen la economía informal son aquellas que teniendo fines lícitos se basan en medios ilícitos para llevarse a cabo. Es decir, no tienen un contenido criminal, pero a pesar de ser finalmente lícitas, convenientes y deseables para una economía en desarrollo, tienen que servirse de medios ilícitos para operar. La característica económica más notable de las actividades informales es que tanto la gente directamente involucrada en ellas como la sociedad en general se encuentran mejor si la ley es violada a que si es seguida con la rigidez que las autoridades esperan.

Lo que la estadística del empleo no decía es que existen trabajadores que están en el sector formal y gozan de los privilegios establecidos en la ley, mientras que muchos otros trabajadores se ven relegados al sector informal debido a la rigidez de las leyes laborales. Estas leyes ya eran rígidas, pero se volvieron aún más durante la ‘década ganada’.

Al empleo informal se le llama empleo porque así mucha gente se gana la vida, pero no es lo ideal. El informal no engruesa las estadísticas del empleo. Eso es mentira, diría Twain. (O)