Tras diez años de miedo a la participación política, los pasados 4 y 5 de junio, Guayaquil y Samborondón acogieron Caja Política, un evento que reunió a participantes de más de trece países de la Unión Europea e Iberoamérica. Como era de esperarse, acudieron cientos de universitarios a conocer de primera mano la experiencia de estos jóvenes líderes, algunos ya parlamentarios de sus propios países. En los diferentes paneles se trataron todos los asuntos fundamentales de la actualidad política de la región, a la vez que se compartían experiencias de Europa. Lo que no se podía prever era que durante unas jornadas de debate político tan intenso un joven del público fuese a expresar una queja como la siguiente: ¿Por qué no hay una cuota fija de mujeres en los paneles? Denunciaba ya que en cada panel en promedio se contaba con una panelista.

Es significativo que el lector sepa que los organizadores del evento fueron en un 80% mujeres. Además, el joven que realizó la pregunta estudia en una universidad fundada por una mujer y el 90% de sus profesores también son mujeres. En definitiva, su mundo académico está rodeado de ellas. Lo más preocupante es que un joven que no debería tener prejuicios haga semejante pregunta, ya que los jóvenes deberíamos vivir con los ojos abiertos, pero como él, otros muchos padecen de una miopía llamada discriminación positiva en lo más profundo de sus conciencias.

En Ecuador, la igualdad ante la ley no existe. No solo por la falta de seguridad jurídica que lastra al país, sino porque nuestro ordenamiento jurídico contiene un sinfín de leyes discriminatorias. Bajo la etiqueta de la discriminación positiva se impide que las mujeres, los jóvenes y cualquier otro grupo catalogado como “vulnerable” se valgan por sí mismos. Muestra de esto son las leyes que dentro de su articulado han instaurado la paridad como condición única para asegurar la participación de dichos grupos: la Ley de Educación Superior, Ley Orgánica Electoral o Código de la Democracia, Ley Orgánica del Servicio Público, entre otras.

El pluralismo político se debe constituir de forma natural y no por medio de imposiciones. De esta manera, la asignación de cuotas actúa solo como una expresión de asistencialismo. No solo confunden igualdad de oportunidades con igualdad de resultados, sino que logran degradar la meritocracia a una simple categorización. No importa el tipo de capacidades sino el hecho de haber nacido mujer, negro, blanco o indígena.

A lo largo de la historia la igualdad de oportunidades se ha alcanzado con el esfuerzo y sacrificio de personas que anhelaban la libertad. Marie Curie fue pionera en el estudio de la radiactividad, la primera profesora mujer en la Universidad de París y la primera persona en recibir dos premios Nobel en distintas ramas, sin la necesidad de cuotas. De hecho, todos estos logros fueron conseguidos sin sentir la necesidad de declararse inferior o especial en relación a los hombres.

Ella no necesitó cuotas, ¿algunos de ustedes sí? (O)