Durante siglos hemos contemplado con reverencia las extraordinarias catedrales góticas creadas por el genio del hombre, los templos románicos, las basílicas imponentes. Hace 137 años un arquitecto llamado Gaudí inició la construcción del más insólito templo de Barcelona: la Sagrada Familia. El año pasado, unos terroristas amenazaron con dinamitarla. La catedral de París se halla bajo vigilancia, cada vez son más las iglesias católicas profanadas. Quienes las mancillan no son individuos aislados, sino terroristas llenos de odio dispuestos a masacrar. Está fresca todavía la sangre del padre Jacques Hamel, sacerdote de 86 años degollado mientras oficiaba misa.

La parroquia de Corpus Christi en Sevilla amaneció en el 2016 con la noticia de que habían asaltado el templo, profanado el sagrario, pisoteado las hostias consagradas, robado cálices y otros objetos de valor. Fue uno de los tantos ataques sufridos por dicho templo. Se han multiplicado doquiera las profanaciones. Últimamente, la Basílica de Saint Denis en París fue blanco de un asalto. Una turba irrumpió durante misa, gritando proclamas, los feligreses tuvieron que salir huyendo. La Basílica de Saint Denis es particularmente venerada por los franceses, en ella fueron sepultados la mayoría de los reyes y reinas, entre ellos, Luis XVI (sin su corazón) y María Antonieta.

En Venecia, unos jóvenes se presentaron a misa en la iglesia de San Zulian, recibieron la comunión fingiéndose devotos católicos, inmediatamente después vomitaron la hostia sobre el altar blasfemando contra Jesucristo. Otro día llegaron varios islamitas a la Iglesia de San Jeremías, cerca de la Plaza de San Marcos, rompieron uno de los brazos de Cristo crucificado. Se pensó primero que se trataba de un caso aislado, pero unos días después un grupo de mujeres islamistas vestidas con velo escupió sobre la misma imagen.

Asaltaron la iglesia San Clemente ubicada en Bowling Green, estado de Missouri. El confesionario, la fuente bautismal de agua bendita, la silla del que preside, el atril, el altar y el tabernáculo estaban todos manchados con heces humanas. Los santos óleos se derramaron sobre la alfombra, los libros usados para la misa destruidos, los vestidos sacerdotales regados con vino. Lo peor de todo, el Santísimo dentro del tabernáculo fue profanado con heces humanas. En otras ciudades hubo intentos de incendio, de destrucción. En Chile arrancaron la cruz, a Cristo le cortaron los brazos y las piernas, luego lo arrojaron a un cesto de basura en el que intentaron prenderle fuego. Además, destrozaron algunas placas de agradecimiento, rompieron ventanas, volcaron bancas, dejaron invertidos un candelabro y una oración a Jesús a la imagen de Cristo crucificado, también rompieron las cruces que se utilizan para el vía crucis. Se profanó una iglesia en Palma del Río, de donde se robó la corona de la Virgen María Santísima de Belén Coronada, patrona de la localidad, se le rompió un dedo, también un brazo al Niño Jesús. Vivimos una época tristemente materialista en la que se ha perdido el sentido de lo sagrado. Se esfumaron todos los valores. Pienso que estamos presenciando el fin de una civilización. “Dos cosas me sorprenden: la inteligencia de las bestias y la bestialidad de los hombres”.  (Tristán Bernard). (O)