La palabra está de moda, la usa con frecuencia Lenín Moreno. Se habla de lo cuántico como antes se hablaba de la inmortalidad o de la nada. Ricardo Cassis Martínez toma en serio el tema, le dedica su último libro. Deseamos saber casi todos de dónde venimos, hacia dónde vamos. Quienes nunca se hacen aquellas preguntas se ahorran angustias tal vez innecesarias. Para Jean Paul Sartre y Albert Camus, existir es sostenernos fuera de la nada, pero desde la sabiduría de los más antiguos filósofos orientales sabemos que la nada en sí no existe, la vacuidad es una creación de nuestra mentalidad mortal acostumbrada a conceptos antagónicos: lleno y vacío, por ejemplo. El vacío cuántico no era tal, pues ocultaba explosivas o decisivas transformaciones. Del mismo modo, el silencio absoluto no existe por más que lo haya buscado John Cage al encerrarse en cámara anecoica, cuarto hermético construido de tal manera que disminuía al máximo cualquier propagación de sonido. Sin necesidad de aquella cámara, basta con taparnos los oídos para poder oír los ruidos de nuestro propio organismo. Algo parecido ocurre cuando escuchamos en una sesión de ecocardiografía el ruido torrentoso, impresionante, de nuestra sangre bullendo en el corazón.

Como suena obvio, Ricardo Cassis se plantea la pregunta del millón frente a los espacios infinitos que causaban terror a Blaise Pascal: “¿Puede uno ser feliz en medio de tanta incertidumbre? De la misma manera la felicidad absoluta es un mito, nos topamos siempre con la muerte de seres queridos, las enfermedades trastornan el horizonte, hay accidentes irreparables. Solo podemos coleccionar momentos, tomarles fotografías también perecederas. La elección de Albert Camus es razonable: entregarnos de la mejor manera a lo que nos toca hacer en nuestro hogar, en nuestra profesión, empujar la roca hasta la cima de la montaña aunque una y otra vez se vaya resbalando. Es una lucha que puede llenarnos el corazón. En realidad el existencialismo cruza  toda la historia, basta recordar las angustias de Gilgamesh (dos mil quinientos años antes de Cristo) frente a la muerte, el significado de la vida, Antígona y su último monólogo antes de que la sepulten viva en una tumba excavada en la roca. Más aún Omar Keyham, su obsesión por la fugacidad del instante. “Droit devant soi on ne peut pas aller bien loin”, decía El Principito (derecho delante de uno, no se puede llegar muy lejos). A lo mejor deberíamos escuchar al poeta Lao Tzu (531 antes de Cristo): “Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado; si estás ansioso, estás viviendo en el futuro; si estás en paz, estás viviendo el presente”.

Ricardo Cassis vio morir a su esposa como presencié el fallecimiento de la mía. Sabemos ambos que la felicidad es una burbuja, el cuerpo humano está compuesto en un 70% de agua, el cerebro en un 70%, la sangre en un 80%, los pulmones en un 90%. Evitemos hacer olas. Solo puede ser feliz el que sabe serlo con todo, dijo Confucio quinientos cincuenta años antes de Cristo, pero eso todos los niños ya lo sabían. (O)