Fuimos al estadio Alberto Spencer de Guayaquil, al concierto de Jesús Adrián Romero, de México, el miércoles 10, a las 19:00. El espectáculo comenzaba a las 20:00.
En la explanada afuera del estadio, había largas filas en forma de ese (“s”), la gente preguntaba cuáles eran las columnas según los tipos de pases, y unos decían aquí mismo es para gradas o para cancha. No había nadie que orientara bien. Al final, hicimos una larga cola donde había personas muy educadas con pases para canchas, y otras tenían pases para gradas. A nosotros al estar por entrar, nos dijeron los señores, esta no es para ir a cancha sino a gradas, vayan a hacer otra fila. Dimos vueltas buscando el acceso hasta que lo hallamos. Cuando ingresamos a la cancha, al sitio de sillas no numeradas, estaban todas ocupadas, y algunas personas paradas sin tener asiento. Aún no comenzaba el espectáculo. Habíamos pagado $ 25 por cada silla no numerada. En los avisos para promocionar las entradas por internet decía sillas no numeradas en cancha $ 25, y cuando unos días antes fuimos a un local donde nos vendieron los boletos, nos dijeron que sí tendríamos sillas para sentarnos, pero no numeradas. ¡Más no fue así!, había en dicha zona menos sillas para la cantidad de gente que estaba, qué mal, qué injusticia, qué desorganización. Pedimos ayuda a unos señores que andaban con chalecos, controlando, y decían ya no hay sillas; uno dijo vayan al césped y esperen que ya les consigo, el hombre desapareció. El evento empezó y después de más de 45 minutos, nos fuimos a parar más adelante en la cancha y vimos que de una parte de las zonas de sillas sí numeradas que se separaba de la nuestra por una pequeña valla metálica; había sillas vacías, y el público solidario de ahí cogía las sillas y las alzaba y daba a la gente de nuestro sector de sillas no numeradas que no teníamos asiento. Así fue como pudimos conseguir sillas, cargarlas e ir a buscar un lugar sobre el césped donde ponerlas para sentarnos.
Estos abusos no deben darse nunca más, alguna autoridad ya debe controlar y tomar cartas en el asunto sobre la organización de conciertos. Si se comprometen a vender boletos que ofrecen la entrada a un espectáculo con derecho a silla y por lo cual uno paga, pues deben de cumplir con lo que prometen al comprador.(0)
M. Elizabeth de Mariscal, Guayaquil