Época de transición la que nos toca vivir. Esta vez se trata de dos gobiernos que ojalá no se parezcan –aunque lo dudo– por desgracia, pues el origen de ambos parte de mandatos foráneos contrarios a nuestra realidad democrática venida a menos durante una década que está perdida y que por desgracia deja residuos de dolor, desconfianza y endeudamiento, a pesar de haber manejado la mayor bonanza económica que se tiene memoria en este vapuleado Ecuador.
Entre telones, qué se estará fraguando para que los que se van por fin salgan lo menos embarrados en tanta corrupción denunciada por muy diversos medios y personajes. La cabeza que se va, viajando para despedirse de sus mentores, visita tumbas. Ojalá no oiga voces que le indiquen los pasos a seguir en la retirada, que debería ser para siempre. La otrora isla de paz no aguantaría más odio, insultos y circos sabatinos.
Presidente electo, no hable con pajaritos, unifique a sus electores y detractores, claro es difícil tarea, pero inténtelo. No sea maduro asado. Ejerza la magistratura que le dio la masa votante. No más limosnas. Cree fuentes de trabajo para que la gente sienta orgullo ejerciéndolo y con frente altiva y cara feliz, lleve el sustento a sus hogares. Eduque al pueblo con honestidad y prácticas serias. La historia lo recordará como el que rescató a este país de la tormenta que heredó. Gobierne.(O)
Ignacio Granja Rousseau,
Doctor en Medicina y Cirugía, Guayaquil