Por la tragedia telúrica suscitada en el país, cada uno de los ciudadanos nos sentimos devastados, principalmente aquellos de las provincias de Esmeraldas y Manabí, sin que quepe la menor duda de que esta debacle de la naturaleza golpea más nuestra paupérrima condición económica; agobiando a las familias que no faltan en tener una y hasta todas sus personas en condición de desempleadas.

El suplicio de pobladores en Manabí exclamó ‘no tenemos agua’...; por este expedito les advirtieron que nadie perdiera la calma, nadie gritara o iría detenido, sea viejo, joven, hombre, mujer... Accionar absurdo y paradójico, principalmente para todo un pueblo que permanece abatido por esta desgracia. Aguantar sed, hambre y necesidades básicas en silencio, sin derecho a exclamar un SOS; menos, la impotencia de ver a hijos sin un bocado, durmiendo a la intemperie. Qué forma de hacer guardar silencio; ¿tampoco exclamar en lo atinente a más impuestos presuntamente para salvar y aliviar la necesidad de los afectados, sin estimar que se agravará más la paupérrima economía de los pobres?(O)

Víctor Miguel Orellana León, abogado, Guayaquil