El sentimiento de la solidaridad ha sido demostrado por la tragedia del terremoto del 16 de abril en el Ecuador.

Gracias a Dios los ecuatorianos somos solidarios y hacemos lo imposible por acudir con ayuda, viajar a las zonas de desastres llevando nuestras donaciones y otras que hemos conseguido de amigos. Pero no todos están preparados para saber dónde ubicarse ni para observar lo inimaginable, muerte y más muerte, socorristas buscando desesperadamente personas perdidas o rescatando heridos o cadáveres. Los impactos son tremendos para los que no tienen experiencia en este tipo de sucesos. Escuchaba a un socorrista chileno que estuvo en el rescate de los mineros, que lo que le llamaba la atención es que se permitiera fácilmente el ingreso a la zona de los rescates a personas que no son médicos, enfermeras, socorristas, etcétera; y se convierten en parte del problema. No se puede sumar población donde no hay servicios básicos y lo que más falta hace, es eso; y donde el brote de epidemias es resultado de cuerpos en descomposición o enterrados bajo escombros que todavía no pueden ser rescatados, etcétera. Por eso es necesario la comprensión. Podemos ayudar con donaciones de alimentos, ropas..., y con oraciones al Creador por los hermanos que rescatan, por los que sufren, por las almas, los socorristas. Pero no vayamos por solo un impulso, para regresar solicitando una ayuda psicológica por todo el impacto grande que recibimos. (O)

Hugo Campos Cedeño, avenida Samborondón