El periodismo que no incomoda a nadie no es periodismo. Para adularnos y darnos la razón está mamá. Pero los vanidosos y los tiranos, no contentos con ello, quieren que exista un aparataje mediático que los aplauda. Porque claro, a nadie le gusta que lo critiquen. Peor aún, que saquen sus trapos sucios al sol, que lo trinquen con las manos en la masa, que lo descubran entre una lista de corruptos y que, para colmo, esta información se difunda. Pero para eso, precisamente, están los medios: para ser como una mosca en la oreja, como ese primo que llega con la camiseta de Pussy Riot a la misa de bautizo.

En Alemania, el periodismo investigativo está celebrando como un triunfo los datos obtenidos gracias a los Papeles de Panamá. Es ese justamente el papel del periodista: investigar, hallar tesoros, revelar. Denunciar no solo escándalos financieros. Informar también sobre la horrenda situación tras las vallas, ahora que Merkel, cediendo ante presiones internas y externas, ha respaldado el cierre definitivo de la ruta de los Balcanes. Allí están los periodistas, sin fronteras, recordándonos que hay una realidad allá afuera, acechando nuestra zona de confort.

Los medios están ahí para contarnos la historia de Klaus Vogel, el capitán alemán que hoy salva vidas tras décadas de navegar cargueros cuyas mercancías solo enriquecen los obesos capitales de pocos. Ahora que se han multiplicado las vallas y patrullas que impiden el paso a Europa, a los seres humanos acosados por la violencia y la miseria les queda una sola opción: atravesar en bote el Mediterráneo embarcándose en las costas de Libia, país que en medio de una tempestad no puede apoyar a Europa en sus intentos de contener la inmigración. Podemos cerrarles las puertas en las narices, pero los periodistas están ahí para recordarnos que tras la puerta existe una realidad. A bordo del Aquarius, Klaus Vogel recorre el Mediterráneo rescatando a cientos de migrantes que de lo contrario habrían perecido como ya murieron miles, víctimas de la pobreza, el abuso de las mafias de tráfico de refugiados, la inclemencia del mar. Los periodistas están allí para contarnos las historias detrás de las cifras, para hacernos ver lo que de otra manera permanecería oculto, para mostrarnos que en el mundo coexisten la bondad y la maldad, para hacernos dudar, reflexionar, preguntarnos por qué.

Reporteros sin Fronteras sabe que el progreso social depende de la calidad del periodismo independiente: solo si poseemos información veraz y completa podremos comprender la realidad y actuar éticamente. La injusticia no puede quedar impune en un mundo donde exista alguien capaz de revelar la verdad. Es solo cuestión de tiempo. Recordemos la atroz guerra de Vietnam y las mentiras que el gobierno le contaba al pueblo. Hasta que apareció la foto del periodista Nick Ut. La angustia y el dolor de esa niña corriendo desnuda con el cuerpo quemado por el napalm despertaron la conciencia del mundo.

Quien controla la información controla la sociedad, y eso lo saben muy bien los gobiernos. Eso lo sabe la dictadura absoluta retratada en la brillante y aterradora novela (una ficción más real que la realidad) 1984, del inglés George Orwell. Los mecanismos de control de la información son prioridad de una dictadura, incluso el pasado se puede borrar y enmendar pues el Partido nunca se equivoca. El Gran Hermano impone en los ciudadanos una sumisión absoluta, todo pensamiento se reduce a la obediencia de los principios del Estado. El triunfo del poder absoluto sobre la conciencia se logra a través del adoctrinamiento y del control de la privacidad. A merced de las mentiras transmitidas por el medio de comunicación oficial, la mente humana se vuelve incapaz de observar la realidad por sí misma, sin el filtro ideológico, de reflexionar y sacar sus propias conclusiones. Los comportamientos, incluso los sentimientos, se inducen a través de la histeria colectiva y de la obediencia ciega. El Gran Hermano lo controla todo, y sabe que una de las armas más poderosas es la palabra. Las palabras pueden crear allí donde nada existe, anular allí donde existía algo, pueden negar la realidad o retorcerla. Así, en el Ministerio del Amor se tortura a quienes no saben comportarse y vivir bien según los estándares del Estado, y en el Ministerio de la Verdad se falsea la información y se la adecúa a los objetivos del Partido.

Es responsabilidad del periodista ser desobediente, hablar de aquello de lo que algunos preferirían no hablar. Los verdaderos periodistas son esos a los que el poder querría silenciar, mandar a torturar en los sótanos del Ministerio del Amor, reemplazar por los zombis que difunden versiones oficiales en el Ministerio de la Verdad. Es extraño que existiendo esta novela tan famosa a nivel mundial, tan reveladora de los mecanismos del poder para perpetuarse y anular la libertad y la diversidad, todavía existan algunos gobernantes que les pongan nombres peligrosamente cursis a sus instituciones. Tras ciertas palabras se ocultan segundas intenciones. El populismo se basa en eslóganes que intentan convencer con palabras de aquello que la realidad niega a gritos. Qué bien les haría a muchos gobernantes, a más de un mayor sentido de la verdad, la bondad y la justicia, leer de vez en cuando algún buen libro. Ojalá que nunca falten periodistas y autores que los escriban ni lectores críticos que los lean. (O)

Los periodistas están allí para contarnos las historias detrás de las cifras, para hacernos ver lo que de otra manera permanecería oculto, para mostrarnos que en el mundo coexisten la bondad y la maldad, para hacernos dudar, reflexionar, preguntarnos por qué.