Con fecha 22 de julio de 1999, en circunstancias que vivíamos difíciles días como consecuencia del feriado bancario y los sucesos consiguientes, entregué a este Diario un texto para que sea publicado en la sección de Cartas, sin conseguir su publicación.

Han pasado casi 16 años y estamos en otra negra etapa de nuestra vida republicana, en que las instituciones del Estado manejadas desde el Ejecutivo no dan su brazo a torcer para reconocer el fracaso de su gestión durante más de nueve años y nos están llevando a un callejón sin salida de inimaginables consecuencias.

Al volver a leer el artículo en mención, concluyo en que mis pensamientos se mantienen en vigencia:

La agricultura ha significado a lo largo de nuestra historia, y más aún en el actual contexto globalizado, la actividad primaria de mayor importancia en la economía nacional por cuanto representa para el país:

a) El asentamiento del mayor conglomerado poblacional y, por consiguiente, su mayor fuente de trabajo.

b) El sustento real para la alimentación de la población.

c) La materia prima indispensable para la agroindustria, otra importante fuente de trabajo.

d) Un gran impulso para el sector comercial interno, por la oferta de productos primarios e industriales terminados.

e) Una inagotable fuente de divisas para el erario nacional, a través de la exportación de su producción.

f) La agricultura constituye, cuando es debidamente atendida e incentivada, un infranqueable dique que puede impedir las constantes migraciones masivas de los habitantes del agro hacia los grandes centros urbanos, donde se incrementa en proporción geométrica los extensos cinturones de miseria, lo que, debido al galopante e incesante aumento de las poblaciones insatisfechas, ocasiona un incontrolable incremento de la delincuencia, común y organizada.

g) Sin una adecuada atención al sector agrario, no puede surtir efecto positivo ninguna acción en los sectores de la educación, salud, laboral y, por supuesto, en lo económico y social.

En nuestro país los últimos gobiernos, dentro de su plataforma electoral, han ofrecido “volver los ojos al agro” y, sin embargo, nunca se ha delineado una verdadera política agraria coherente y sustentable; siempre ha sido el sector más desprotegido de la sociedad, manteniéndose a los pequeños y medianos agricultores en un completo abandono y en una total e inaguantable pobreza.

Por esto es recomendable que toda planificación encaminada a reactivar la economía del país debe enfocar en primer lugar sus necesidades primarias, dotándolas de adecuada infraestructura de producción y proporcionándoles líneas de crédito adecuadas (oportunas y con tasas de interés preferencial), con lo que se comenzaría a impulsar un sostenido desarrollo socioeconómico del agro y, por consiguiente, del país. Acciones contrarias a lo anteriormente expuesto representarían pequeños parches del momento que, a corto plazo, ahondarán la penuria fiscal, en particular, y la situación de pobreza de la población, en general, postrándonos cada vez más en el subdesarrollo. (O)

Iván Homero Larrea Serrano
Ing. Agrónomo, Guayquil.