La afirmación “poderoso caballero es don dinero” es confirmada en múltiples y diversos campos, no excluido el religioso. Se pueden juntar esfuerzos para conseguir oro, poder y placeres. Sobreviene la desesperanza a la hora de compartirlos.
Moisés, al bajar del monte con las tablas de la ley, encontró a los que se llamarán israelitas, adorando un becerro fundido en oro.
El dios oro tiene sus sacerdotes; los de alta jerarquía son los políticos, los empresarios, los obreros; tiene también fieles de a pie.
El dinero es dios oculto; pocas personas admiten que buscan el oro por el oro. Afirman que lo buscan para servir, para preservar la majestad del poder.
Los mismos que en público separan del poder el oro privadamente los manejan como fundidos en uno solo.
Hay personas poderosas que ocultan el oro. Cuando, como administradores, lo invierten en una gama de servicios; algunas de ellas no dan cuentas claras a su dueño.
El creyente en el dios oro no busca adherentes, prefiere adorarlo solo.
Los pastores pastorean juntos sus rebaños; juntos acudieron y juntos encontraron al Niño. Sabían por experiencia que juntos pueden caminar y llegar a su destino. Juntos encontraron al que es vida.
Los magos de los que escribe Mateo llegaron a Belén en busca de la Palabra, o Verbo de Dios. A los magos modernos el humo del incienso les impide verse a sí mismos; obnubilados por el aroma de la mirra, se creen reyes.
En nuestro siglo hay magos individuales y magos grupales, como las “reinas, los hombres del año, los partidos”.
Los actuales magos, porque están generalmente emborrachados por el poder, se han convencido de ser la última palabra; buscan solo oírse a sí mismos; son incapaces de dialogar y de elaborar un plan conjunto. Cada mago inventa e intenta imponerse.
Los “reyes” magos buscaban a un rey recién nacido, esperaban encontrarlo en el palacio de un rey, Herodes, el de Judea.
Se requirió una luz que vino de arriba, como de una estrella, para que reconocieran la importancia de este niño en la austeridad de una cueva, en el silencio, en la obscuridad de la noche, en la cercanía a los campesinos y a sus animales.
La misma luz del alto ayudó a los Magos a descubrir la necesidad de mantenerse alejados de dignidades no merecidas, con las que Herodes hubiera intentado comprar su adhesión.
Herodes, símbolo del aislado, se parapeta en el pueblo, paga tributos a Herodes y se encierra en un palacio.
Para no perder el poder, se somete al poderoso ideólogo de entonces, el emperador romano; ordena matar a inocentes.
Navidad para los creyentes es la fiesta del Hijo de Dios hecho Palabra, que se comunica y une. Quien se detiene a mirar realidades de nuestro tiempo descubre un fenómeno general: cada uno, como en Babel (Babilonia), tiene una lengua diversa; con ella expresa sus permanentes intereses, sustentados en cambiantes ideologías. No queda un resquicio para integrar ideas, que expresen palabras libres de intereses. Queda solo esperar, rodeados de desesperanza. (O)