La tensión en el sínodo acerca de la familia me recuerda esa tensión experimentada durante los cinco años de preparación del material base para catequesis en Ecuador. Tensión en tareas, muy distantes en magnitud, con una misma raíz. La señalaré posteriormente. En el sínodo, 400 obispos y observadores tratan, entre otros asuntos, dos realidades humanas: (1) La admisión a recibir la comunión a divorciados vueltos a casarse (civilmente). La comunión está reservada a miembros en plena comunión en la familia eclesial. (2) La unión conyugal de gais. Entre los sinodales hay dos sensibilidades: Primera.– Unos insisten en la doctrina, inmutable por estar fundada en la Palabra de Dios. Está confiada a la Iglesia, maestra. Segunda.– Otros obispos están abiertos a posibles cambios, porque la comprensión de la Palabra de Dios no está agotada. Sin negar que la Iglesia es maestra, señalan que también es madre: debe cuidar a todos sus hijos. En la Palabra de Dios hay doctrina y misericordia; las dos han de cuidarse con fidelidad. Cristo no separa doctrina y misericordia. Francisco mira a la Iglesia como maestra y madre con entrañas de misericordia (Colosenses 3, 12).

En toda búsqueda comunitaria del pensamiento y del querer de Cristo –como en el sínodo– es indispensable contribuir, expresándose con libertad. Al final del pontificado de Juan Pablo II, algunos colaboradores –creyéndose los más fieles– presentaron al papa a algunos obispos como menos fiables. Francisco ha pedido a los sinodales que expresen, sin temor, lo que consideren que es el pensamiento y voluntad de Cristo.

La Iglesia es como una caravana, siempre en camino, iluminada por la misma doctrina, por el mismo sol, que llega con diversa luminosidad a las planicies y a las hendiduras de las montañas. No solo las realidades del camino varían; los mismos caminantes atraviesan por unos momentos de vigor y otros de cansancio. La Iglesia, madre, superando la diferencia entre vigor y cansancio, entre salud y enfermedad, acompaña a sus hijos, los sostiene, los levanta, a imagen del Buen Pastor, que carga en sus hombros a la oveja herida (Juan 10, 11).

Son constructivas las tensiones de búsqueda en la Iglesia; son dañinas las pretensiones de algunos de imponerse como los depositarios de la verdad y del bien.

A la raíz de la diferencia de las dos sensibilidades está la tensión entre (1) unos que miran en Cristo preferentemente, casi exclusivamente, al Hijo de Dios; en consecuencia inmutable –cuidan (hacen bien) la ortodoxia; aún quedan vestigios de una ortodoxia desencarnada, reducida a mente y memoria– y (2) otros que señalan más la humanidad, en que se hizo visible el Hijo de Dios en la historia. No bastan fórmulas doctrinales para conocer a Dios; menos aún para aceptarlo, como guía en la vida. Cristo no usó fórmulas, enseñó, orientó a la vida desde realidades.

Anexo: Ya antes del sínodo, Francisco pidió que los procesos para declarar la invalidez original de algunos matrimonios sean ágiles y al alcance de los pobres. No se trata de anular, sino de aclarar que no fueron válidamente contraídos. (O)