Vamos camino a convertirnos en el país de las comillas –esto lo dijo X, esto es cita de Y…, hablaremos como los ticos (no será discriminatorio decir ticos en lugar de costarricenses?)– que hacen el gesto de las comillas cuando hablan, para tener la precisión debida en el lenguaje hablado, escrito, oído, soñado… Seremos el país de la lógica, la técnica y los derechos de autor aunque sean eslóganes copiados, pero que los demás no tuvieron la astucia de patentar. Personalmente me aburre ese prurito de información contextualizada, porque todos y cada uno somos la mezcla de pensamientos de otros que se han transformado, en nosotros, en otra cosa, como lo que comemos se transforma en el cuerpo.

Y por otro lado viviremos en el de los chistes vedados, a decir entre cerrojos, para que solo oigan y festejen los más íntimos. La caricatura es la ironía plasmada en unos trazos que van más allá de las palabras. Su herramienta son el dibujo y la sagacidad del autor, que requiere la capacidad de interpretación de quien lo ve.

El chiste es la palabra, el gesto, la sugerencia, la exageración de alguna característica que resulta jocosa. Que también requiere la complicidad de quien lo festeja.

Hay programas de televisión que son nefastos, el humor es grosero y son altamente discriminatorios. Pero no poder hacer bromas “finas” de mayorías o minorías… de cualquier color, género, nacionalidad, es quitar la sal a la vida… Solo nos quedarán los chistes subidos de tono, los que tienen que ver con sexo, los rojos carmesí, granate, esos parece que se pueden decir en público porque en principio no son discriminatorios… ¡Qué aburrimiento!

Así que para salir del aburrimiento, les cuento algunos chistes que espero no me pongan en el paquete de los discriminadores.

Tres entrañables amigos colombianos, Juan, José y Julio, hicieron un pacto. Si alguno de ellos moría, los otros dos dejarían en su ataúd $ 10.000. Murió Jaime y José cumplió la promesa, puso los $ 10.000 en el ataúd. Le pregunta a Juan si ya colocó el dinero acordado. Sí, le respondió. Hice un cheque a su nombre por $ 20.000, lo puse entre las manos y recogí el vuelto…

Iban un gallego y su hijo con un vehículo nuevo recién comprado por una autopista de alta velocidad. Pasa la Comisión de Tránsito sonando las sirenas y con altoparlantes gritando: Atención a todos, un loco viene en contravía. El gallego le dice a su hijo: Pues mira, no son 1, sino 2, 3, 4, mira ¡todos van en contravía!

Le preguntan a un argentino: ¿Cómo les fue en la guerra de las Malvinas? Y bien, che, salimos segundos…

Cuando un uruguayo va de compras, para no discriminar pide un suéter color afrodescendiente…

Juan XXIII, ahora oficialmente santo, era un semillero de chistes y ocurrencias. Cuando era nuncio en París, Giuseppe Roncalli fue invitado a una comida. Sentado en el puesto de honor, tenía al frente a una hermosa joven. El escote del vestido de la dama daba vértigo: todos los movimientos de esta eran seguidos por ojos ávidos tanto por mirar a la joven como para observar al nuncio. Roncalli siguió comiendo, conversando y riendo tranquilamente. Llegó el momento del postre. Roncalli ofreció una canasta de manzanas a la joven, esta se negó con gracia. El nuncio le dijo: Sírvase, que fue cuando comió la manzana que Eva descubrió que estaba desnuda…