El problema de la impericia de los conductores es un factor fundamental en el enorme índice de accidentes de tránsito, muchos fatales, que agobian al Ecuador.

Con frecuencia, personas que obtuvieron la licencia de manejo de un vehículo, sin reunir las condiciones que las hagan merecedoras de esa confianza que les da el propio pueblo a través del Estado, o no saben que carecen de experiencia, o no les importa; entonces manejan a exceso de velocidad, entran por carriles por donde les da la gana, manejan a 2 metros del carro de adelante aunque vaya a gran velocidad, avanzan lento por la izquierda, rebasan por la derecha, etcétera. Quizá nunca oyeron decir que estas eran infracciones legales.

La velocidad excesiva unida a la audacia lleva a las fatalidades. Meses atrás se hizo una campaña, pero nunca más se ha sabido públicamente que se sigue en ese empeño. Se ven pomposos letreros que dicen que la zona tiene cámaras, pero nunca se cita a los infractores o acaso muy rara vez. Las avenidas son lugares donde a cada paso hay algún conductor cambiándose de carril para rebasar a los demás carros, sin hacer la menor señal de que va a cambiarse, y a gran velocidad. Los semáforos que hay en las avenidas no los respetan. Invito a los lectores a comprobar que en las avenidas, como la que va a La Aurora, por lo menos tres o cuatro vehículos se pasan cuando ya han transcurrido varios segundos desde que empieza la luz roja del semáforo. Conductores de carros van a unos 50 o 100 metros cuando se inicia la luz roja, y se la pasan con total negligencia, demostrando que la vida y propiedad ajena no les importan nada. Y eso pasa en cada nueva luz roja de los semáforos.

Con patrulleros bien entrenados que rueden permanentemente en las avenidas del terror se debería citar a tanto negligente, y al mismo tiempo imponer una campaña de prevención y educación sobre las leyes de tránsito.

Galo Chérrez Vélez
Guayaquil