Con playas “inmaculadas” se encontró una turista rusa que, en julio pasado, viajó, junto a 14 personas más, a Corea del Norte. El ambiente costero le resultó “impecable”.
Anastasia Samsonova, de 33 años, se describe satisfecha de haber disfrutado de unas “vacaciones sin gente”.
Habla maravillas de lo visto en la playa. Le encantó su arena blanca y que todo se limpiara a diario.
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Esta isla considerada “La Perla del Caribe” recibe a turistas de Rusia y es un oasis en medio de tres años de guerra y sanciones https://t.co/upOpOpfcyT pic.twitter.com/EkWouR7CMb
— El Universo (@eluniversocom) August 22, 2025
“Las sillas para recostarse eran absolutamente nuevas, todo impecable. La entrada al mar era muy suave, así que sí, realmente era una muy buena playa”, señala Anastasia, citada en BBC Mundo.
Dónde estuvo la turista rusa
Anastasia Samsonova formó parte del primer grupo de turistas que visitó las playas de Wonsan Kalma, explica el citado medio.
La férrea Corea del Norte, gobernada por Kim Jong-un, se abrió al mundo cuando el pasado 24 de junio inauguró una gran Zona Turística Costera en la Península de Kalma.
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El complejo de Wonsan-Kalma está situado en una ciudad portuaria del golfo de Tongjoson, frente a las costas japonesas.
Medios internacionales describieron que la Zona Turística Costera de Wonsan-Kalma se extiende a lo largo de 4 kilómetros y cuenta con cientos de nuevos edificios, incluyendo hoteles con capacidad para hasta 20.000 huéspedes.
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De acuerdo con BBC, esa zona turística abrió sus puertas, formalmente, el 1 de julio.
El complejo, “construido cerca de un sitio donde se realizan prueba de misiles, cuenta con hoteles, restaurantes, centros comerciales y un parque acuático”, según los medios del Estado.
Vacaciones ‘controladas’
Hasta ahora solo se ha permitido la entrada a turistas rusos.
Sobre la comida, detalla esta mujer que había “mucha carne”, en salsa agridulce.
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Dice que una botella de cerveza de 500 ml era muy barata.
De los souvenirs indica: “El recuerdo elegido por los turistas era el uniforme olímpico de Corea del Norte”, cuenta.
Los misiles de juguete se vendían cerca de 40 dólares.
“Cuando caminamos por la calle, ellos (los norcoreanos) nos miraron con gran sorpresa porque el país ha estado cerrado durante mucho tiempo”, recuerda Anastasia.
Acotó la mujer, que trabaja en el área de recursos humanos, que “la visita fue estrictamente controlada, con guías y guardias que nos acompañaban”.
El itinerario era fijo, “no se podían desviar sin el permiso de las autoridades norcoreanas”. (I)