Intensas lluvias o todo lo contrario generalmente a finales de año o los primeros meses de uno nuevo se han vuelto parte de las condiciones climáticas que enfrentan los ecuatorianos, muchas veces impulsados por eventos naturales recurrentes como son el denominado Fenómeno de El Niño y también La Niña, que involucran una interacción océano-atmósfera.

En diciembre pasado el Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias (SNGRE) había anticipado que de acuerdo con informes de instituciones locales había la posibilidad de presentarse un Fenómeno de La Niña.

El capitán Othoniel Palacios, director de Oceanografía y Meteorología Marina del Instituto Oceanográfico y Antártico de la Armada (Inocar), explicó que La Niña es un evento que es parte de la variabilidad climática interanual natural y que tiene un rango de oscilación para que se dé de entre dos a cuatro años.

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Este evento se caracteriza por el descenso de la temperatura superficial del mar con un rango internacional establecido por diversos organismos que llevan también el monitoreo del evento. En este caso se debe tener un periodo de aproximadamente cuatro a cinco meses con una disminución de al menos 0,5 grados bajo lo normal.

“Regularmente ha sido asociado el evento de La Niña con un déficit de precipitaciones, lo cual no implica que sea una ausencia, en otras palabras que en un periodo de evento de La Niña se pueden dar precipitaciones, pero en condiciones bajo lo normal”, explicó el especialista.

Su diferencia con el evento de El Niño es que en este se presentan un superávit de precipitaciones, así como un aumento en la temperatura superficial del mar debido a las masas de aguas cálidas que se colocan en la costa ecuatoriana. Además que este también presenta una disminución de lo que se conoce de los vientos alisios, así como otros patrones de presiones atmosféricas. En La Niña los vientos alisios se fortalecen.

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Palacios diferencia al periodo donde el océano también registra un descenso de temperatura, especialmente a mediados del año, forma parte de procesos de variabilidad climática estacional, mientras los eventos climáticos como El Niño y La Niña forman parte de la variabilidad climática interanual, por eso ocurren en intervalos más largos de tiempo.

Ambos fenómenos no se presentan de manera simultánea y son consecutivos entre sí, es decir, si en un año se presenta un evento La Niña, el siguiente evento será El Niño en el periodo de oscilación respectivo.

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"La variabilidad climática en Ecuador nos indica que tenemos la fase húmeda durante los primeros meses del año caracterizada por precipitaciones, hablemos desde diciembre hasta el mes de mayo; luego tenemos una fase neutral y una época seca que regularmente la tenemos entre los meses de julio, agosto, septiembre hasta octubre, esta fase se encuentra caracterizada del arribo de las aguas frías a través de la corriente fría de Humboldt", especificó.

Si bien el déficit de lluvias a nivel territorial conlleva problemas en la agricultura, en el océano esta disminución de temperatura conlleva también al aumento de especies de peces pelágicos como son la sardina y la macarena.

"En un evento de La Niña frente a nuestras costas tenemos un aumento de nutrientes. Tenemos también un mayor aporte a lo que se conoce productividad primaria", dijo.

En el país el Comité Nacional para el Estudio Regional del Fenómeno El Niño, que agrupa a varias entidades como el Inocar, Inamhi, Espol y más, monitorea las condiciones oceánicas y atmosférica del país a través de diversos indicadores como el índice oceánico, índice de oscilación del sur, precipitaciones, entre otros. A su vez también se determina el impacto que va a tener pudiendo ser leve, moderado o fuerte.

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Jonathan Cedeño, coordinador de la carrera de Oceanografía de la Espol, explicó que existen tres etapas de desarrollo de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) que son el inicio, apogeo y decaimiento. La segunda fase ocurre generalmente en diciembre, enero y febrero y que se superponen en el desarrollo de las lluvias en Ecuador.

“Es importante notar que los eventos El Niño-La Niña tienen distintos grados de magnitud, los cuales pueden ser cuantificados por el valor que alcanza la anomalía de temperatura superficial del mar en el Pacífico tropical. Esto es importante, puesto que de la magnitud dependerá el grado de desarrollo de un evento ENOS”, aclaró.


La Niña en el 2020-2021

El pasado 9 de febrero, la Organización Mundial de Meteorología emitió un informe correspondiente a la situación del fenómeno de La Niña, en este se explicó que este se presenta de manera moderada y su punto álgido se alcanzó entre octubre y noviembre.

Pese a esto se indicó que existe una probabilidad de más del 65% de que las condiciones se mantengan entre febrero y abril.

Se explicó que en la parte centroriental del Pacífico ecuatorial las anomalías de temperatura de la superficie del mar se han estabilizado en alrededor a los -1 grados Celsius y en las últimas semanas se registraron leves fluctuaciones.

Además que hay alrededor del 70% de probabilidad que la situación evolucione en condiciones neutras con respecto a El Niño-Oscilación del Sur de abril a junio. Aún los modelos no pueden determinar si se mantendrán las condiciones neutras del ENOS o si producirá un episodio de El Niño en el segundo semestre.

Cedeño indicó que la situación del evento es de magnitud de débil a moderada. La temperatura superficial del mar del Pacífico central (valores mensuales) “ha alcanzado hasta -1.42 °C en el mes de noviembre-2020; mientras que en el Pacífico oriental, dicho valor se ubicó en -0.58 °C. Es decir, el Pacífico central (oeste de Galápagos) estuvo más frío que el Pacífico oriental (Ecuador, norte de Perú). Los últimos valores mensuales (enero-2021) son: -1.0 °C (Pacífico central), y -0.98 °C (Pacífico oriental)”.

Monitoreo de la temperatura del mar del 9 de febrero de 2021 por parte de la agencia NOAA. Foto: Ángel Paez

“Las predicciones de los modelos globales hacia el mes de agosto-septiembre 2020 ya permitían prever condiciones La Niña en el Pacífico Tropical. Por lo que nuestro país también tomó algunas previsiones frente a sus impactos conocidos. Los más comunes: disminución del ciclo estacional de lluvias, y en las zonas susceptibles a sequías, agravar el déficit hídrico. Una de las medidas tomada por el Estado es el trasvase de volúmenes de agua desde Daule-Peripa hacia las presas manabitas de La Esperanza y Poza Honda. Otro efecto conocido es el de favorecer la disponibilidad de recursos pesqueros, principalmente de los pelágicos pequeños cercanos a la costa continental de Ecuador”, señaló.

Además explicó que hasta el 10 de febrero, y con reportes preliminares de precipitación, el evento La Niña en el país ha tenido una incidencia un poco diferente. “En los meses de noviembre y diciembre 2020 expuso a algunos cantones de Manabí con condiciones de sequía. En la marcha de enero y febrero, los acumulados de precipitación se recuperaron un poco, encontrándose ahora dentro de los niveles “promedio” (tomando en consideración la precipitación mensual). Esto se debió a que el evento La Niña fue de magnitud de débil a moderada, y a la incidencia sobre la Costa ecuatoriana de otros sistemas atmosféricos que aportaron lluvias, como la entrada de humedad desde la Amazonía (circulación atmosférica en niveles medios), y desde la cuenca de Panamá/costa sur de Colombia (circulación atmosférica en niveles bajos)”.

Referente al informe de la OMM, refirió que las condiciones evolucionarán rápidamente desde febrero hasta abril con un evento La Niña hacia abril y junio a condiciones neutrales con una ausencia de alguno de los dos eventos.

“Los avisos OMM son la base para que cada país realice sus previsiones climáticas de acuerdo con las condiciones de El Niño/La Niña, siendo uno de los principales elementos de análisis la magnitud del evento, y en qué área se desarrollan las anomalías positivas/negativas de la ATSM (a lo largo de todo el Pacífico tropical, o solo el Pacífico central)”, finalizó. (I)