Para los familiares de Geovanny Tomalá Piguave, su recuperación después de haber sido arrollado por un vehículo es un milagro, una bendición.

En su historia está la mano de Dios y de los médicos, sostienen, así como la solidaridad de amigos y decenas de peninsulares que se unieron en cadenas de oraciones y le colaboraron con dinero.

Si las buenas nuevas aparecen en el cielo, el émulo del milagro para los parientes de Geovanny fue tal que llegó a su tierra natal, Santa Elena, a bordo de un helicóptero que aterrizó en el estadio Alberto Spencer, el pasado lunes.

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“Todas las noches rezaba. Gracias a Dios y a los médicos todavía estoy con mis piernas. Ha sido sufrimiento, ese señor (quien lo atropelló) me dejó todo pelado. Le pido a Dios que él pague lo que ha hecho. Ni a mis peores enemigos le deseo esto”, fueron las primeras palabras de Geovanny al regresar a la Península dos meses después del accidente.

Luego del percance que se produjo cuando él iba a comprar pan en el centro de Santa Elena, frente al parque central, el hombre fue llevado a la clínica Guayaquil, en el Puerto Principal, para ser atendido.

Tras su llegada al estadio, en una ambulancia fue trasladado hasta su domicilio en el barrio Tipan Niza. En el trayecto, varias personas se apostaron en las veredas y extendieron los brazos como una señal de bienvenida.

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El 10 de noviembre de 2020, el peninsular fue noticia luego de ser atropellado por un automóvil que lo arrastró hasta dejarlo atrapado en medio con otro camión que permanecía estacionado en la calle Sucre del cantón Santa Elena.

Las piernas fueron severamente afectadas y corría el riesgo de perderlas; sin embargo, los médicos de la clínica Guayaquil evitaron eso.

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Ahora debe continuar con su tratamiento y las expectativas de ver a un Geovanny renovado cada vez son más altas entre su familia y amigos. (I)