Feminazis es una de las palabras más usadas en redes sociales para repudiar los mensajes con etiquetas como #UnMundoSinHombres o #AllMenAreTrash (Todos los hombres son basura).
A la inversa, onvrez (la palabra hombres digitada con errores ortográficos a propósito) es la más empleada para descalificar la condición de género masculino de alguien que comparte mensajes con los hashtags #Hembrismo o #MatriarcadoOpresor.
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Estas últimas reacciones evidencian al sistema machista y patriarcal que busca minimizar al movimiento feminista que ha logrado importantes reivindicaciones sociales, como el derecho al voto de la mujer recién conseguido tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
El intercambio de estos mensajes en plataformas digitales desvirtúa los postulados ideológicos del feminismo al centrarlo en una simple disputa de género, afirman especialistas entrevistadas por este Diario.
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María Emilia Viteri, docente titular del Departamento de Antropología de la Universidad San Francisco de Quito, dice que el feminismo no postula la violencia contra nadie sino el derecho a la equidad.
Las interpretaciones referidas que se dan en redes sociales, afirma la especialista, son “tergiversadas por un grupo mínimo, de a veces mujeres y también hombres o de la sociedad en general, que piensa que feminismo es igual a ir en contra de los hombres, que busca quitarles derechos a ellos o que en lugar de que haya una equidad, las mujeres sean las que toman el mando, pero no hay nada más errado si es que se conocen los postulados teóricos de fondo”.
Como consecuencia, indica Viteri, el feminismo es visto como una mala palabra. “En lugar de ser abrazado por más hombres, que buscan también equidad mutua, es rechazado porque se piensa que es una estrategia contra los hombres... Las mujeres solas en esta lucha no vamos a llegar muy lejos”.
Las etiquetas, frases e imágenes seleccionadas para este reportaje fueron encontradas en las plataformas digitales Facebook y Twitter. Los comentarios se realizaron en varios países latinoamericanos, incluido Ecuador, tanto en cuentas de agrupaciones como en perfiles personales.
Sin embargo, la exposición virtual de los postulados feministas también tiene un matiz positivo, concuerdan Silvia Buendía, defensora de los derechos de la mujer, y Jéssica Quintana, directora de Vinculación con la Comunidad de la Universidad Casa Grande.
“Las redes sociales operan como una especie de megáfono. Amplifican la lucha de las feministas, la situación de violencia y desigualdad que vivimos desde niñas. Por otro lado, este fenómeno ha tenido el efecto de amplificar también un discurso de odio y violencia contra las mujeres”, dice Buendía.
El movimiento #MeToo surgido en 2017 promovió la denuncia del acoso y la violencia contra las mujeres. “Más de 500 000 en el mundo escribieron, algunas relatos muy dolorosos, con esto se consigue visibilizar la violencia”, indica Quintana.
La canción Un violador en tu camino, que se viralizó en redes en el contexto de la protesta social en Chile, provocó también la revelación de testimonios de abuso desde noviembre del 2019.
Feminismo no es una cosa homogénea, es decir, la reivindicación de las mujeres indígenas no será la misma que para las mestizas”. María Emilia Viteri, docente
Pero uno de los planteamientos cuestionados en la era digital es el que sugiere que los hombres no deben asistir a las marchas del Día de la Mujer. Las críticas incluyen hashtags como #UnDíaSinMujeres.
La activista Buendía asegura que los hombres no pueden protagonizar la lucha feminista porque no viven la realidad de las mujeres. “Lo que sí pueden hacer es intentar un ejercicio de empatía y reflexionar sobre la violencia” contra ellas.
Además, sugiere, por ejemplo, que en vez de ir a las marchas pueden ser más eficientes desde sus espacios cuestionando al que comparte fotos y videos de mujeres sin autorización o a los que son violentos.
Entonces, ¿los hombres no pueden ser feministas?: “No, si eso significa ser el protagonista. Y entiendo que les moleste. Pero sería como pretender que una persona blanca exija ser el símbolo de la lucha antirracista en Estados Unidos. Sería de una prepotencia ridícula”, responde Buendía.
Viteri, por su parte, considera que es un “error enorme” la tergiversación de excluir a los hombres del feminismo. La base de esta deformación, agrega, es la ecuación que se hizo de la primera a la segunda ola del feminismo en la que se mostraba al hombre como opresor de las féminas: “Algunos grupos o personas feministas pueden, y con justa razón, tener rabia contra una mayoría de hombres que no están tomando decisiones para las mujeres”.
Desde la ignorancia y la rabia se pueden decir muchas cosas, pero eso no puede reducir un movimiento político de más de 200 años a una caricatura". Silvia Buendía, activista
En el intercambio de mensajes en redes se evidencia también al machismo que reacciona, dice Quintana, para “perpetuar la estructura patriarcal en la que el hombre es el centro y la norma, la mujer es lo otro como decía (la pensadora feminista) Simone de Beauvoir”.
Las reacciones en redes responden, además, a declaraciones como las que en su momento hizo el expresidente Rafael Correa en diciembre del 2011 cuando afirmó: “No sé si la equidad de género mejora la democracia, lo que sí es seguro es que ha mejorado la farra... ¡Qué asambleístas tenemos! Guapísimas..., hay que aumentarles el sueldo, porque no tuvieron plata para comprar suficiente tela y todas con unas minifaldas…”.
Para Sonia Rodríguez, del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam), las redes sociales “son espacios de respuestas impulsivas; el feminismo es un movimiento político, ético, académico que produce conocimiento... El feminismo de una muchacha o mujer que escribe con rabia sobre una expresión masculina y tenga un lenguaje vulgar, personalmente digo que es lamentable, no va por ahí, pero también hay comentarios masculinos muy ofensivos”.
Las redes tienen el efecto de multiplicar, masificar las quejas y justas reivindicaciones del movimiento feminista que es heterogéneo". Jéssica Quintana, docente investigadora de la Universidad Casa Grande.
El mismo criterio tiene la psiquiatra Paola Escobar: “A través de las redes llega cualquier información que no es bien analizada y es interpretada de acuerdo a quien le llega y de esa forma serán las respuestas generadas”.
El feminismo aglutina diversos colectivos que desde sus realidades exigen cambios del sistema patriarcal imperante, concuerdan las especialistas.
Estereotipos generan desigualdades
Los prejuicios de género siguen vigentes en el país, en parte –según analistas– porque se valora la sexualidad de las mujeres y de los varones de forma diferente.
“Esto se da en un contexto problemático con excesiva información en las redes sociales, en las que se invita especialmente a la población adolescente y joven a que pueden hacer lo que quieran, como ten relaciones sexuales pronto, pero no se dice que debes prevenir embarazos no planeados o las enfermedades de transmisión sexual”, dice Sonia Rodríguez, del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam).
Una de cada mil menores de edad que tenían entre 10 y 14 años se convirtió en madre en Ecuador en 1990. En la actualidad son casi tres de cada mil las que lo son. Actualmente al año nacen 2089 bebés de madres que tienen entre 10 y 14 años. Un factor que influye en esta realidad es una educación estereotipada.
“La sociedad educa de manera diferenciada, ha influenciado en el comportamiento rudo de ellos, quienes tienen más libertad con su cuerpo, mientras que las niñas tienen que ser educadas y bien portadas”, dice Rodríguez.
Paola Escobar, psiquiatra del Instituto de Neurociencias de Guayaquil, asegura que la enseñanza de los padres también se replica con el ejemplo y que falta avanzar en una educación que no divida los roles del hombre y la mujer en el hogar. “Hay matrimonios en los que el hombre y la mujer trabajan por igual, pero no hay paridad al momento de realizar esas funciones que por tradición y cultura han sido asignadas a la mujer (limpieza, por ejemplo). El papá no alza ni un plato de la mesa y eso le está transmitiendo al hijo, hay que cambiar el chip en esto”.
Aunque, según la especialista, la división de roles entre niños y niñas estaría cambiando con las generaciones nacidas luego del 2000. “El niño puede jugar con una muñeca, pero ya no se le hace ver que es un juguete exclusivo de la niña y que esa muñeca representa el sexo femenino y se la debe tratar con respeto, delicadeza y cuidado”. (I)