Sidcay es una de las parroquias rurales más antiguas de Cuenca. Según los archivos fue creada hace 167 años, pero en la memoria de su gente, hace mucho más. Sus calles, sus edificaciones y ciudadanos guardan historias y oficios que se resisten a desaparecer. Ellos aprecian su pasado, pero trabajan para proyectarse al futuro.

A 17 kilómetros de Cuenca se levanta esta parroquia que a primera vista muestra una imagen que fusiona lo contemporáneo y lo antiguo.

Sobre los techos de teja destacan las cruces de mármol que se colocaban en la Huasipichana (fiesta que se realiza al terminar de construir la casa) y al frente destaca el templo principal, que guarda verdaderas obras de arte.

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Salvador Quituisaca es párroco de Sidcay desde hace un año y cuatro meses. Es su primera experiencia como sacerdote titular, cuenta que se ha llevado gratas sorpresas y que con un grupo de moradores se empeñaron en remodelar parte de la casa parroquial, donde hay reliquias con un importante valor patrimonial que deben tomar en cuenta el Gobierno Nacional, Municipal y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, según pide su gente.

El techo y las gruesas paredes de adobe están sujetados con presión. Sin clavos, tornillos o algo diferente a los grandes troncos de eucalipto.

En el segundo piso hay reliquias, como un sepulcro de madera tallada que décadas atrás se sacaba por los “santos varones” para colocar una imagen de Jesús durante la Semana Santa. Aunque está con polvo y un tanto deteriorada, tiene intacto su valor.

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“Esta es lectura de lo que hemos sido antes, así como está parecería que no es nada, pero para nosotros significa mucho”, asegura Santiago Orellana, morador.

Las leyendas orales, transmitidas de generación en generación, tampoco se olvidan. Adriana Orellana, otra habitante, muestra con el dedo índice la punta de la loma de Chonta. Ahí, asegura, se enterraba a los enfermos “de una fiebre muy contagiosa”. Detrás de ese lugar habría un camino real usado por los españoles.

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Otro de los relatos populares es que en un sitio conocido como Pueblo Viejo la gente quemó a un sacerdote que padecía lepra para evitar que se propagara la enfermedad. Mientras sirve un café pasado y un pan de horno de leña, Teresa Naula relata que el cura viéndose en aprietos les advirtió que “cada 70 años se hundirá ese terreno”. Coincidencia o no, el sitio es considerado una zona de riesgo para construir y en más de una ocasión la gente ha tenido que ser evacuada.

La mayoría de la gente de esta parroquia basa su economía en la agricultura. En los tres caminos que conducen de Cuenca a Sidcay se observan casas modestas con una chacra (terreno cultivado) de maíz.

Pero también hay quienes se dedican al tejido de sombreros de paja toquilla. Es tal su habilidad que en el 2016 la Asociación Manos Tejedoras recibió la presea Cuenca Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Hasta que las ofertas del gobierno parroquial se concreten, Carlos Collaguazo invita a la gente a conocer la parroquia a la que regresó a descansar tras vivir y trabajar por más de 40 años en Estados Unidos. Él cambió el trajín de un migrante por la tranquilidad de la parroquia donde nació.

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Apuesta a la identidad

Walter Ordóñez, presidente del Gobierno Parroquial, cuenta que uno de los problemas es la falta de identidad, porque mucha gente confunde a la parroquia Sidcay con el sector del mismo nombre que está en la Panamericana Norte. Cambiar esa concepción y mejorar la vialidad es su prioridad.

Cómo llegar a Sidcay

Desde Cuenca se pueden tomar las siguientes vías: Ricaurte-El Guabo, Ricaurte-La Caldera y Ochoa León-Bibín. (I)