Los habitantes de Sarajevo, Pristina, Belgrado y Skopie apenas pueden respirar. El invierno se ha instalado en los Balcanes y con él una espesa bruma tóxica, alimentada en parte por el carbón y la leña con la que se calientan los más pobres, privados de una energía más limpia.

En los últimos tiempos, las capitales de la región están regularmente entre las 10 ciudades más contaminadas del mundo, según la clasificación de la aplicación AirVisual.

Sarajevo ocupó esta semana el primer lugar, por delante de Ulán Bator, en Mongolia, y Daca, en Bangladés. Belgrado ocupó el octavo lugar.

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"Serbia se ahoga ¿alguien ha visto al ministro" de Medioambiente? se preguntaba recientemente el diario Blic, mientras la capital del país está sumida en una bruma blanquecina.

Según un estudio reciente del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la contaminación del aire es directamente responsable de hasta el 20% de los fallecimientos prematuros en 19 ciudades de los Balcanes occidentales.

Las causas son múltiples: las centrales de lignito, un carbón particularmente contaminante, las industrias, el parque de los automóviles vetustos o la falta de transportes en común.

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Pero, además, en invierno, la calefacción doméstica con leña o carbón, expulsa al aire sus partículas finas. La electricidad es cara en países donde el salario medio no supera los 500 euros, y donde pocos pueden acceder a una calefacción central: según la ONU, más del 60% de los habitantes de los Balcanes utilizan combustible sólido.

"Prehistórico"

"Sé que es contaminante, no soy idiota" afirma Trajan Nestorovski, un mecánico que vive en Lisice, barrio obrero de Skopie, capital de Macedonia del Norte, donde casi todo el mundo se calienta con leña.

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"La otra opción es calefacción con electricidad, pero es algo fuera de mi alcance", agrega el mecánico.

Lo mismo ocurre en Pristina, donde son permanentes todo el año los olores acres de dos centrales de carbón, que funcionan con una tecnología antediluviana.

Sarajevo, como Skopie, está rodeada de montañas que impiden que la contaminación se disperse. La capital bosnia está en una hondonada en la que humean decenas de miles de chimeneas, una verdadera trampa para los 340.000 habitantes, a los que no queda otra solución que huir de la ciudad.

Sakiba Sahman, de 60 años, toma cada vez que puede el teleférico para subir a 1.160 metros de altura al monte Trebevic, por encima de la capa de contaminación, aprovechando una reducción del 50% del precio del billete decidida por las autoridades hasta fines de enero.

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"Venimos a pasar unas horas, a airearnos los pulmones", dice la mujer.

Niños invisibles

La gente se ha manifestado en las calles para expresar su cólera, como en Tuzla, en el noreste de Bosnia, donde exigieron a las autoridades un plan quinquenal para reducir la contaminación.

"La única medida que toman es recomendarnos que nos quedemos en casa", denuncia Alisa Kasumovic, madre de familia. "Los niños están ahora de vacaciones, pero en las calles de la ciudad no se ve a ninguno", afirma.

En Macedonia del Norte, la aplicación "My Air", desarrollada por el joven Gorjan Jovanovski, es la más popular del país. Ahí, los colegiales suelen manifestarse regularmente desde hace semanas.

"Greta nos inspira a todos", dice Iskra Ilieska, de 17 años, aludiendo a la adolescente sueca Greta Thunberg, ícono de la lucha contra el cambio climático. "En invierno, la mitad de la clase está ausente debido a problemas pulmonares. ¡No es normal!".

En Serbia, el movimiento opositor "Ne davimo Beograd" (No ahoguemos a Belgrado) llama a manifestarse contra las autoridades que "no ven" un "problema que es literalmente visible". (I)