Júbilo por manifestación de fe tradicional, heredada de generación en generación

Cuando alguien dijo que el Pase del Niño Viajero es el quinto río de la ciudad no se equivocó. Lo que corre por la céntrica calle Bolívar no es agua, sino miles de personas y cientos de carros alegóricos que se mueven de manera similar a la corriente del Machángara, Tarqui, Tomebamba y Yanuncay.

Con el paso de los años, el Pase del Niño Viajero ha sobrepasado los límites de lo religioso y se ha armonizado coordinadamente con lo cultural. Eso se evidencia en la cantidad de fieles que asisten y que fácilmente superan los 80 000, sin contar los cerca de 400 carros alegóricos que participan.

Publicidad

Por estos elementos, el director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), Joaquín Moscoso, dijo que aunque existen otros pases en diferentes provincias de Ecuador, el de Cuenca es el más grande.

Pero la cantidad de gente que recorre la calle Bolívar entre San Sebastián y el Parque Calderón no es el único elemento que resalta. Esta es una tradición heredada desde hace varias generaciones y que ha logrado sincronizar lo religioso con la cultura popular a través de danzas, música, comida y vestimentas típicas.

Pero principalmente el Pase es un momento de fe en el que la gente llega para pedir un milagro o agradecer por lo recibido. Dolores Maza esperó la imagen del Niño Viajero desde las 09:00 y cuando la tuvo en frente oraba en voz baja y sus ojos estaban a punto de llorar.

Publicidad

Esta mujer le pedía por la salud de su mamá y tras terminar su oración se fue más tranquila porque “él nunca nos abandona”, aseveró. En ese momento voló sobre la iglesia de San Sebastián el helicóptero policial botando pétalos de flores. Entonces la alegría se extendió y los gritos de ¡Qué viva el Niñito! se multiplicaron.

Uno de los actos centrales del Pase es una misa en la Catedral de la Inmaculada. Ahí ocurrieron tres hechos. El primero, la lectura de una carta del papa Francisco a Cuenca, en la que envía una bendición para que “todos los feligreses puedan seguir caminando en el testimonio de la fe”, resumió el arzobispo Graziano Borgonovo, el delegado del Vaticano para ese día.

Publicidad

En compensación, el obispo de Cuenca, Marcos Pérez, regaló al papa Francisco una figura del Niño Jesús revestida como mayoral, un personaje tradicional de la Pasada.

El tercer elemento novedoso fue que por primer año la imagen de El Viajero fue llevada en un carro policial desde la Catedral hasta San Sebastián. Hasta el año pasado iba en brazos del arzobispo, de los priostes y de alguna autoridad local.

Según Marcos Pérez, esto se decidió para evitar la manipulación de la imagen y no olvidar que él (Jesús) es el centro de la Navidad y no las personas.

Tras dejar al Niño en el altar y luciendo un elegante traje color vino, confeccionado por las religiosas del Carmen de la Asunción, empezó un masivo desfile que incluyó bandas de pueblo, bandadas, danzas de varias provincias y otras manifestaciones del folclore nacional.

Publicidad

En medio de ese sincretismo cultural y religioso transcurrió el Pase del Niño Viajero, una fiesta en la que participaron feligreses, artistas, turistas nacionales y extranjeros y más. (F)