Aún no amanece en el campo y Walter Correa Granoble, manabita de cepa, de 67 años, se despierta temprano para llegar a la finca Santa Isabel, en el sector de Guanábano, límite entre Guayas y Manabí. Su viaje de Guayaquil a este punto le tomó 45 minutos. Él quería reunirse con su familia y recordar los tiempos de antaño.

Uno de estos, cuando encerraba al ganado vacuno para que al otro día, con el sonido de los pájaros, arrancara la jornada de ordeño, que incluía recolectar leña para preparar café.

Esta es una de las costumbres que las familias manabitas intentan recuperar con estos encuentros más frecuentes. “Rememorar estas actividades que realizábamos de jóvenes nos traslada a esos tiempos donde la transparencia de nuestro corazón era dedicado al campo”, cuenta Absalón Reyes, uno de los participantes.

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En cada encuentro familiar resalta la variada y tradicional gastronomía, como la cuajada, el queso con verde, el maduro asado en leña, la palizada, la sal prieta, el seco de gallina con cocolón preparado en fogón. En 2018, la cocina tradicional manabita fue declarada Patrimonio Inmaterial de Ecuador.

También destacan el folclore, la oralidad y la cultura popular, como los amorfinos, un intercambio de coplas o versos con bromas de buen gusto, que por lo general expresan sentimientos amorosos. Y aquellos sacaron risas de las familias Poveda Vera, Merchán Plaza, González Reyes, Cobos González, Reyes Plaza.

“Un manabita al bailar es típico. Está lleno de gracia, movimientos rítmicos, colorido y buen gusto”, dice Plinio González Correa. Él fue con su esposa e hijos.

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En la cita se revivieron actividades tradicionales como el palo ensebado, carrera de ensacados, el leñador, ordeñador, entre otros. Y los niños disfrutaron de costumbres como montar a caballo o yegua, caminar por senderos de árboles frutales y maderables y un baño en la poza cercana a la casa principal. (F)