Levantando la mano a cada momento, Natasha mostraba su impaciencia, quería salir y tocar el bongó. Cuando por fin llegó su turno demostró saber llevar el ritmo y conocer las notas musicales al ganarse los aplausos de todos sus compañeros durante su participación.

Ella tiene discapacidad intelectual. Es usuaria del Centro de Atención de Desarrollo Integral para personas con Discapacidad, del Ministerio de Inclusión Económica y Social, (MIES), en el que desde inicios de mayo cinco estudiantes de la Universidad de las Artes desarrollan un proyecto de vinculación con la comunidad basado en la musicoterapia.

Durante las clases se percibe un ambiente de fiesta con los sonidos de las maracas, guitarra y bongó, risas y aplausos. La alegría no solo la transmiten los usuarios del centro sino también los universitarios en su papel de profesores.

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“Esta experiencia me ha ayudado mucho a desarrollar más empatía con personas que tienen necesidades especiales. Ha sido un desafío implementar la pedagogía con ellos. Me ha gustado mucho ser su maestro porque me divierto en la clase, además porque veo su interés y que aprenden con gusto”, dice Luis Brocell, estudiante de Producción Musical.

A Luis se suman Génesis Navas, Néstor Borbor, David Córdova y Necker Aguacondo, que cursan la misma carrera.

Para Amparo Espinoza, coordinadora de este centro diurno, el programa los entusiasma, mejora sus destrezas, habilidades y comunicación. “Se nota un cambio de actitud, desarrollan ganas de aprender e interés por hacerlo y eso hace que establezcan metas, que quieran superar barreras y en el camino fortalecen su autoestima y autonomía”, asegura.

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El centro acoge gratuitamente a 45 personas con discapacidad intelectual, en su mayoría, así como física y psicosocial, que tienen entre 18 y 64 años, quienes reciben terapias ocupacionales, físicas, psicológicas, de lenguaje, en el área social, de salud, así como terapias artísticas como la que realiza la UArtes, con quien mantiene un convenio desde hace dos años.

Luis explica que en este programa de musicoterapia, que comenzó a inicios de mayo y que se prevé concluya en agosto, los usuarios aprenden las notas musicales replicando su sonido con su cuerpo, aplaudiendo o zapateando. “Eso los ayuda a desarrollar motricidad y a comunicarse porque algunos ni siquiera hablan, pero se expresan a través de la música”, añade.

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También realizan ejercicios como repetir las sílabas de los nombres con ritmo y haciendo entonaciones, identificar instrumentos musicales, etcétera.

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“Al principio fue un reto. Uno no está preparado para saber cómo llegar a ellos. En el camino fui desarrollando más sensibilidad y paciencia. Disfruto de esta experiencia porque uno puede ser como es con ellos, son personas sin filtros que demuestran su cariño con sinceridad”, concluye Génesis Navas, alumna de UArtes. (I)

 

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