Fueron arqueólogos por unas horas. Excavaron la tierra y hallaron vasijas, cerámicas y figuras que son réplicas de objetos de las culturas ancestrales.

Eran niños de planteles educativos que fueron a una nueva área, que se abrió desde el lunes último, en el parque arqueológico cultural Hojas-Jaboncillo.

Aquí los niños se relacionan directamente con la investigación arqueológica gracias al arqueódromo, espacio donde pueden experimentar el trabajo real de los expertos.

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José Marín, estudiante de la unidad educativa Picoazá, fue uno de los más de 130 niños que vivieron la experiencia de ser arqueólogos por unas horas. Para él fue una experiencia distinta y poco conocida, pese a que reside a cinco kilómetros del centro de arqueología.

“Es bonito aquí porque uno aprende cosas que no sabía, esto de ser arqueólogo, cosas que no vemos así de fácil”, mencionó Rommel Laz, compañero de José, del sexto año de básica del plantel Picoazá.

Juan Jijón, director del centro de investigación e interpretación Cerro de Hojas Jaboncillo, contó que con esto se busca fomentar las actividades didácticas y lúdicas para los niños.

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Esto porque a pesar de que el lugar está en las lomas de comunidades de los cantones Portoviejo y Montecristi, no se lograba atraer a los niños.

Por ello fomentaron la construcción de un cajetón o arqueódromo de 8 metros cuadrados, donde los niños pueden hurgar en la tierra y hallar restos de vasijas y otros, que son réplicas donadas por escultores de La Pila, en Montecristi.

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“La idea es que entren en este espacio unos 25 niños, con todas las seguridades del caso, porque la madera está recubierta. Los niños tienen utensilios de plásticos sin punta para que puedan ir excavando y sepan cómo trabaja el arqueólogo”, indicó Jijón.

Con brochas y zarandas los niños continúan con la investigación de estos restos. “Imagínese si de estos más de 100 niños, cinco quieran volverse arqueólogos porque esta experiencia surtió efecto en ellos”, expuso Jijón.

Los primeros alumnos que fueron al arqueódromo eran de Picoazá (Portoviejo) y de La Sequita y Pepa de Huso, del cantón Montecristi, sectores colindantes con este centro.

Lilia Rodríguez, profesora del plantel Picoazá, dijo que la experiencia fue muy motivadora para los niños que no la han vivido.

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“Ellos salen muy emocionados y además conocen un poco más de sus antepasados. Saber de dónde venimos y todo esto los motiva”, relató Rodríguez.

Mayra Chiriboga, catalogadora de bienes del lugar, comentó que esta iniciativa se hizo con autogestión y con la ayuda del Ejército, que colaboró con el bus para trasladar a los niños hasta el área donde se instaló el arqueódromo.

“El objetivo es que los niños se concienticen sobre los trabajos que se hacen en el parque arqueológico y cómo ellos pueden colaborar para conservar el patrimonio cultural arqueológico local”, dijo Chiriboga. (F)