Cuando resonaron los primeros disparos durante la oración del viernes, Abdul Kadir Ababora se tiró al suelo, y se agazapó bajo una estantería repleta de coranes. Se hizo el muerto, convencido de que el asesino que perpetró una matanza en dos mezquitas de Christchurch iría a por él en cualquier momento: "Esperaba mi turno".