Herencia de la familia Bustos sigue con escobas artesanales en el centro de Guayaquil

Escoba nueva barre bien, reza el refrán. Aunque según asegura Roberto Bustos Calero, las que confecciona su taller artesanal –Esmeraldas 2049 entre Huancavilca y Ayacucho– siempre barren bien.La historia es así: el actual negocio de escobería y otros implementos para la limpieza, lo iniciaron sus abuelos paternos, con el nombre de Escobas La Nacional, recién hace dos años, ante el fallecimiento de su padre, Juan Bustos Rodríguez, él en su calidad de hijo mayor está al frente, pero ahora bajo la razón social Escobería Robert Bustos.Cuenta que sus abuelos paternos, padre y varios tíos, se radicaron en Guayaquil huyendo del terremoto que el 5 de agosto de 1949 destruyó Ambato, ciudad natal de todos ellos, y se establecieron en Guayaquil, donde iniciaron este negocio.“Según contaba mi abuelo quien le enseñó el oficio fueron unos españoles, así aprendió a hacer las escobas de paja que son las escobas tipo brujas, con el tiempo vinieron las escobas de fibra vegetal y así sucesivamente hemos ido evolucionando”, señala.Bustos, de 56 años, declara orgulloso: “Me crie en el negocio de las escobas artesanales. Para mantenernos, hemos trabajado en familia y arrimado el hombro, aunque ahora nuestro negocio no es tan lucrativo por las escobas de nailon colombianas y productos chinos”.Lo que afirma es real ya que una escoba artesanal, hecha a mano: una a una es un poco más costosa, que una plástica fabricada en serie, añade.“La gente no ve la calidad, sino la economía. Los que venden más barato es porque no tienen nuestros gastos. Los que somos escoberos artesanales tenemos toda nuestra documentación al día con el municipio, el SRI y con todos”, cita. Tradición Al pie de la casa donde funciona Escobería Bustos, en la calle Esmeraldas: buses, carros y taxis ruedan veloces, pero algunos peatones se detienen ante ese taller a preguntar por el precio de las escobas.Es cuando indagan por el producto más tradicional de ese taller: la escoba de brujas, Bustos acompañado de su madre, dice: “La gente que ya tiene sus añitos es la que viene y pide”.Explica que, para hacer esa escoba se emplea un tipo de paja vegetal que proviene de una planta muy parecida al maíz, aunque aquella produce mazorcas y aquella, paja.Esa paja la siembran en el campo, en sitios de la Costa, pero por la migración a la ciudad, muy pocos la siembran, salen tres cosechas al año, agrega. “Hacer esas escobas es más trabajoso que las de fibra”. Primero se selecciona la paja, luego secarla, cortarla y finalmente armar las escobas y cepillos en fibra y nailon que ellos confeccionan artesanalmente.Doña Lilia, madre de Bustos, sentencia con sabiduría popular y nostalgia: “En otros tiempos no cualquiera era escobero, los de tradición ya han muerto, algunos son escoberos por necesidad, no por tradición”.Rodeados por escobas, escobillones y cepillos de diversos tamaños y colores, Robert Bustos recuerda a los escoberos de la época de su difunto padre, de los que solo quedan vivos: José Gómez y Antonio Gavilánez, quien fabrica los palos para las escobas. Evoca también a Edison Carrera, Julián Teme...El producto más solicitado es una escoba de palo rojo, conocida como escoba tigre, también la escoba de bejuco hecha con una paja dura para que tenga una larga vida, además confecciona escobillones para limpiar sitios altos, cepillos para lavar ropa y otros para utilizar en enceradoras o industrias. Algunos van desde $ 1.Robert Bustos, escobero por la herencia familiar y padre de dos profesionales en ingeniería, sentencia con orgullo y cierta tristeza: “Conmigo ya muere la tradición porque mis dos hijos han seguido otra carrera. No sé si mi hermano Iván siga o los hijos de él”. (I)

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